¡REGARDEZ LA GILIPOLLUÁ!

Málaga: Aunque el primer mandamiento del sindicalista es el de no dejar para mañana lo que puede evitar definitivamente, esta semana todos los sindicatos horizontales de la Junta denuncian una labor de distracción y maquillaje en las listas de espera publicadas por la Consejería de Salud. Incluso llegan más lejos al afirmar que el gobierno regional se comprometió a publicar las listas dos veces al año, una por semestre. Sin embargo, hasta hace unos días no se sustituyeron en su página web los de diciembre de 2011 y, aunque con seis meses de retraso, se editaron los de junio de 2012. Lo que viene a demostrar que la provincia de Málaga, la que más aporta a las arcas de la comunidad, es, un año más, donde los ciudadanos deben esperar más para operarse: 59 días. También es de resaltar que la denuncia de los sindicatos del régimen la traía, y en primera página, La Opinión de Málaga que, como todos sabemos, es la página oficial de la parroquia socialista. En esta parte del mediterráneo, ya sabíamos que las pirámides de Egipto pudieron construirse porque, en aquellos años, no había liberados sindicales que hicieran el egipcio poniendo la mano. Lo que no sabíamos es que, muy de vez en cuando, los sindicalistas no pasan su tiempo haciendo méritos para sustituir a Gerard Piqué como la nueva imagen de la compañía cuyo nombre mejor les representa. MANGO.

Cataluña: Desde que Salvador Dalí tomó el último tren para ir a buscar a Josep Pla, otro ampurdanés genial, la región catalana dejó de existir como rincón de progreso y genialidad. Ahora del pacto fiscal hemos pasado al pacto con el fiscal por el cual unos vulgares ladrones se libran de la cárcel. Sobre el caso Pallerols, Durán llegó a declarar que si se probaba lo de la financiación ilegal, dimitiría. Pero donde dije digo, digo Diego. Igual que hace tiempo defendía supuestamente la unidad de España, y ahora se nos ha hecho independentista. Lo que no ha cambiado, es la querencia por el dinero ajeno del señor que decía que los andaluces se gastaban las subvenciones en los bares. En cualquier caso, Durán Lleida hace buena la canción de loquillo: “que en cap altre lloc D’Espanya trobarás millors embotits”, como los chorizos catalanes.

Venezuela: Una de las preguntas que media humanidad se hace es aquella de ¿cuándo se va la luz? Adónde se va. En el país caribeño, los dirigentes venezolanos y sus votantes llevan años demostrando que si de el mundo se iluminara por sus brillantes ideas, hace años que andaríamos a oscuras. Casi tanto como la información que va llegando a Caracas sobre la enfermedad del “Comandante Chávez”. Un híbrido entre mono corroncho y gorila que decidió curarse sus dolencias en un país extranjero. Lo cual no habla,  nada bien en absoluto, del sistema sanitario de ese patético país. No hace mucho, ya dejé escrito que con la independencia de los territorios americanos, había nacido el circo. En dos siglos de independencia, hemos visto todo tipo de patéticos dirigentes, a cual más patán o más asesino. Todos ellos se han caracterizado por una ludopatía incurable y, por un deseo irrefrenable de hacer el payaso a todas horas. La última es la investidura de un presidente sine die, sin cuerpo del delito, y sin derecho a que la oposición proteste. Los venezolanos, sin duda, no han inventado la imbecilidad pero la han perfeccionado

 Conclusión: Al contrario de lo que ocurre con las novias, que cuando te decides por una, te sale otra mejor al instante, con los políticos no pasa lo mismo No hay tiempo ni para el cortejo y el consiguiente enamoramiento. Éste último entendido como un viaje que comienza con un cosquilleo y termina en vómito. Empero, los sufridos ciudadanos estamos abocados a vivir sin ilusión, sin amor y  casados sin posibilidad de separación. Para muchos, el divorcio es como si un árbitro tomara una decisión sobre el partido de tu vida sin haber presenciado el encuentro. No obstante, yo siempre he soñado en ese árbitro que, sin haber sido testigo de nada, pudiera poner fin a ese matrimonio de conveniencia que nos lleva por la calle de la amargura.

Sergio Calle Llorens