martes, 11 de septiembre de 2018

¡COME ON JOHN!


Me gustaba John McEnroe, y mucho, cuando perdía los papeles en una pista de tenis adoptando el que más le iba, el de malote: esas miradas asesinas, esos gestos de mal perdedor, esas sonrisas cargadas de sarcasmo, esos andares de pistolero del Far West que parecían, lo juro, haber salido de una película de John Ford. Recuerdo aquella final de Wimbledon contra Bjorn Borg que fue, hasta la que protagonizaron Rafa Nadal y Roger Federer en 2008 en el mismo torneo, la mejor de la historia. Pero cuando más me gustaba era cuando rumiaba en arameo antes de estrellar su raqueta contra el suelo, y los Dioses del cielo, creo, se lo toleraban porque éstos siempre han bendecido a los valientes. Incluso cuando soltaba su frase favorita para torturar al árbitro de turno: “You cannot be serious, ” yo le adoraba.  Tatum O´Neal, su ex mujer, llegó a confesar que el tenista la conquistó por su arrogancia y la seguridad que desprendía a cada paso.

Hoy, sin embargo, la masculinidad, dicen, no se lleva. Es más, existe una corriente ideológica que culpa a los hombres heterosexuales, supuestamente cargados de testosterona a todas horas,  de todo lo malo que ocurre en el mundo. Vienen a decirnos que debemos de dejar de ser hombres para que dejen de suceder cosas malas. Mi respuesta, para todos aquellas que piensan de tal guisa, es que los hombres no debemos dejar de ser hombres sino que tenemos que dejar de ser malos.  Es nuestra masculinidad la que permite, entre otras cosas, salvar a una mujer, incluso si no la conocemos, del ataque de un violador. La hombría que nos puede hacer perder la vida mientras tratamos de ganárnosla- ya sea en una guerra o trabajando de sol a sol- es necesaria y ya es hora de que alguien llame a las cosas por su nombre.

A las mujeres, en general, al menos aquellos a las que yo he conocido, les gustan los hombres muy hombres. Tipos de carácter fuerte, pero de buen corazón. Esa clase de hombres que les hacemos el amor como una bestia sin olvidar nuestra alma de poeta. Esa virilidad que, junto a la dulzura, conquista el corazón de una dama. A los más jóvenes les puede sorprender pero, lo juro, hubo un tiempo en el que podías llamar gordo a un gordo y enano a un enano. Incluso ser hombre, quiero decir muy hombre, cotizaba al alza en la plaza pública. Hoy, en cambio, para empotrar a una mujer contra la pared  debes tener la potra de no parecer demasiado masculino. Al menos eso dicen algunas.  Pero créanme; a las señoritas y a las señoras les gustan los tipos duros que sabemos lo que queremos y como conseguirlo.  Varones que amaremos cuando ellas menos lo merezcan porque será cuando más lo necesiten. Sin excusas. Sin lamentos.

Pero hablando de lamentos, y ya que hemos empezado con tenis, la jugadora americana  Serena Williams no hizo honor a su nombre de pila al sucumbir a la ira en la final del Open de Estados Unidos, destrozando una raqueta y llamando ladrón al árbitro del partido. Incluso llegó a pedir que éste se humillara ante ella porque la tenista era una mujer, tenía una hija y estaba luchando- ¡Señor dame paciencia! Por los derechos de todas las mujeres. Y todo porque el juez de silla la amonestó por recibir instrucciones de su entrenador. Lo que está prohibido tajantemente por el reglamento. Además, su preparador había admitido en la pista que hizo los gestos que propiciaron la decisión del árbitro. La cobardía de Williams- her cocky behaviour-  haciéndose la víctima, al contrario de lo que ocurría con John McEnroe, tira de un argumentario tan pobre como los de esos paletos 
norteamericanos que abuchearon a la ganadora del torneo: Naomi Osaka que terminó llorando y pidiendo perdón por haber derrotado a la heroína local.  Algo inaudito en el mundo del tenis. Casi tanto como el hecho de que solo John McEnroe  ha salido a defender a Serena Williams tras su lamentable comportamiento.

 ¡Come on John, you cannot be serious!

Sergio Calle Llorens

domingo, 2 de septiembre de 2018

¡SEIS MESES!



Anoche, desde lo alto de mi atalaya, se veía, un mar agitado por un viento de levante. Mis ojos fijos en las olas rizadas. El Mediterráneo inquieto y mi corazón alborotado por tanta belleza:

-               -  Seis meses- comencé diciendo- seis meses sin escribirles unas letras.

Supe que había arribado el momento de tomar la pluma para dar alguna explicación de mi prolongado silencio. Mi única defensa, si es que tengo defensa alguna, es que mi proyecto literario más ambicioso es escribir sobre mi patria salada, y estar a su altura. Hasta ahora mis apuntes son como un barco fantasma perdido en la niebla. Una prosa sin vuelo. Unas letras pomposas. Un fracaso absoluto. Sin embargo, sigo intentando encontrar la fórmula correcta que me permita describir esta maravilla acuosa. Tal vez, algún día consiga dominar estas olas como esa muchachada que, a última hora de la tarde, las cabalga con sus tablas de surf.

-                                 - Seis meses- repito y el mar sonríe con su aíre de fantasía flotante.

Seis meses en los que también he terminado un nuevo libro: “El liberalismo contado a los jóvenes y no tan jóvenes” que Ediciones Rubeo sacará al mercado el próximo octubre. Seis meses en los que he tenido tiempo para preparar la segunda parte de El Guardián del Cementerio”. También he logrado publicar una novela corta que he titulado: “Blandito sea el Señor. Un libro misterioso que camina por el peligroso desfiladero de los engaños. Un crimen perfecto de la mano de un tipo lleno de imperfecciones.

 Seis meses dejándome la vida trabajando para diferentes multinacionales.  Seis meses de reencuentros con viejos amigos: cervezas, risas, anécdotas, espetos de sardinas, Rock and Roll y esos maravillosos brazos de mujer que rodean tiernamente  mi cuello. Tampoco puede olvidar esos baños en mi playa de diamante con la balada de los marineros muertos  haciéndome compañía.

 Seis meses en los que he organizado un tour llamado; Hans Christian Andersen en Málaga que recrea su visita a “la Ciudad del Paraíso” en la centuria diecinueve.  Un paseo guiado por un actor tocado por la magia de los genios al que conocí interpretando a Drácula en un teatro.

Seis meses de innumerables sonrisas caminando entre sierras cortadas por la luna de seda: hermosa, rotunda y mágica. Life can´t get much better than this.  Benditos paseos nocturnos en los que mi alma conecta con el universo. Un tiempo en los que he escuchado la banda sonora de los grillos y, entre otras cosas, he  podido admirar el vuelo silente de los mochuelos.

Medio año para renovarme y soltar lastre. Un tiempo para mantenerme alejado del despropósito sureño. Una época para tomar el florete que, como sabemos algunos, es una forma honorable de marcar distancias. Un período lleno de dulzura, de amor y de honor.  Seis meses llenos de vivencias mágicas. En definitiva, mis enemigos tendrán que seguir tragando quina. Y mis amigos, les advierto, mejor guardan los aplausos para cuando lleguemos a la síntesis del ácido cítrico.

¡Seguimos!

Sergio Calle Llorens