A finales
del siglo XIX, el pintor alemán Friedrich August Moritz Retzsch realizó
una obra titulada "Checkmate". En ella representó a un joven
jugador sentado frente al mismísimo diablo en un tablero de ajedrez. La
expresión del muchacho es de derrota absoluta. Su alma está en juego y, según
la posición del tablero, no le queda ni una sola jugada salvadora. O eso
parecía.
Décadas más
tarde, ya en el siglo XX, un grupo de visitantes recorría una galería en Nueva
York donde se exhibía una copia de esta pintura. Entre ellos estaba un hombre
tranquilo, de aspecto corriente, que observó el cuadro con más atención que los
demás. No era un turista habitual: era un maestro de ajedrez, campeón
retirado, acostumbrado a leer posiciones imposibles como quien lee un libro
abierto.
Mientras los
demás comentaban que el diablo había ganado la partida, el maestro frunció el
ceño, se acercó y analizó cada pieza con cuidado. La leyenda decía que el joven
estaba perdido. Que no había nada que hacer. Pero el ajedrecista vio algo que
los demás no habían visto. Después de varios minutos, levantó la mano y dijo
con calma:
“El cuadro está mal titulado. No es ‘Jaque mate’. Es ‘El Rey tiene todavía
un movimiento’.”
Había
descubierto que, según la disposición exacta de las piezas, el Rey del joven
podía escapar, iniciar una secuencia improbable y darle la vuelta a la partida.
El pintor había querido transmitir desesperación, pero en su composición había
dejado, quizá sin quererlo, un resquicio de esperanza estratégica que solo un
experto podía detectar.
La anécdota
trascendió porque invertía la lógica del cuadro. Donde todos veían condena, él
encontró una posibilidad. Donde otros miraban el gesto derrotado del chico, él
miró el tablero. Lo fascinante es que el maestro no hizo nada sobrenatural:
solo analizó. Pero el efecto fue tan poderoso que convirtió la obra en una
metáfora sobre la percepción, el miedo y la capacidad humana de encontrar una
salida cuando parece que no la hay.
Desde
entonces, la historia ha sido contada por predicadores, profesores, psicólogos
e historiadores del arte, pero su núcleo sigue siendo el mismo. A veces no hace
falta luchar contra el diablo, basta con mover la pieza correcta.
Sergio Calle Llorens
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