miércoles, 30 de noviembre de 2022

¡EL YOYAS Y GRIÑAN!

 



Según la justicia española Carlos Navarro, el Yoyas, y José Antonio Griñan son dos delincuentes a los que ya se les ha comunicado que deben pasar una temporada a la sombra. El ex concursante de Gran Hermano, hoy en busca y captura, está en paradero desconocido, y del ex presidente de la taifa del sur se desconoce cuándo ingresará en la cárcel por aquello de que en la España de Pedro Sánchez, los socialistas gozan de ciertos privilegios penitenciaros.

El Yoyas tuvo una infancia difícil. Griñan, en cambio, creció siendo un privilegiado porque su padre era escolta de Francisco Franco y su nombre de pila, José Antonio, fue un homenaje al fundador de la Falange. Carlos, por su parte, es un nombre de procedencia germánica que significa, ironías del destino, hombre libre. Como ven, Dios es un cachondo de cojones que, si bien no juega a los dados, siempre gana la partida porque lleva las cartas marcadas.

El Yoyas asaltó la fama gracias a la caja tonta y Griñan permitió que sus listos compinches asaltaran los fondos públicos en el mayor caso de corrupción en la historia de Europa. Los dos llenaron millones de horas de televisión. Pero las coincidencias entre ambos personajes no acaban en el mundo delictivo ya que, sorpresas te da la vida, Carlos Navarro también se dedicó a la política como concejal en la localidad catalana de Vilanova del Camí.

Carlitos y Pepe, dos hombres distintos y un mismo destino: el talego. La justicia ha hablado y muchos medios han callado. La vida, como decía mi admirado Andrés Montes, puede ser maravillosa y pone a cada uno en su sitio, pero, bien mirado, la existencia también es una sucesión de lecciones que deben ser vividas para ser comprendidas. La lección que el Yoyas y el socialista han comenzado a aprender lleva por título una canción de Gabinete Caligari; más dura será la caída.

¡Que n´aprenguin!

Sergio Calle Llorens

martes, 1 de noviembre de 2022

ANA MORGADE Y EL PUNTO G

 



Ana Morgarde descubrió el punto G en Pasapalabra, ese espacio que conduce un tipo con la risa más falsa en la historia de la televisión, y todo era felicidad por acertar la canción “Devuélveme a mi chica” en la prueba musical. Fue un orgasmo compartido entre su pubis y el público del programa: saltos, gritos, y movimientos pélvicos. Tras la descarga de energía, la presentadora volvió en sí para criticar la letra del citado tema del grupo Hombres G. Una palabra homófoba por aquí. Una línea machista por allá y el respetable, que nunca se sabe respetar, rompió en aplausos en la caja tonta y Roberto Leal, al soplapollismo más rancio, dio por buena la versión de la pareja de Pablo Martin Jones. No tardó en reaccionar David Summers con una respuesta antológica al programa y a la pésima actriz.


En verdad, no es que las letras del grupo madrileño hayan envejecido mal, sino que Ana tiene el alma vieja y corrompida. Sus palabras conectan estupendamente con el Komintern soviético que prohibía el Rock and Roll por considerarlo un producto decadente de occidente.  La chica del sexto sentido para hacer el ridículo, nadie puede negarlo ya, tiene una vena inquisitorial que se nutre de la sangre de aquellos creadores artísticos que no vivieron los tiempos de Torquemada cuyo blasón llevan con honra los suyos.

Lo peor no es que Morgade hablase de los Hombres G como si fuesen los Sex Pistols, sino que desconoce aquella máxima que anunció Jorge, líder del grupo asturiano Ilegales, en un programa de RTVE: “Señora, si no le gusta mi careto, cambie de canal”. Pero la chica de las gafas dice saber que canciones debemos escuchar y cuales debemos tirar a la basura. Ella no se equivoca nunca y su infalibilidad nos señala el camino de lo políticamente correcto, aunque todo sea como correr maratones con cincuenta castañas.

Me pregunto cuántas canciones de los ochenta serían aceptables a los oídos puros de la Morgade. Probablemente la discografía entera de Siniestro Total sería destruida.  También algunas creaciones de Los Ronaldos serían proscritas. La mataré de Loquillo borrada de la faz de la tierra y hasta alguna tonada de Hilario Camacho. Morgade es insaciable, en el fondo todos los liberticidas lo son, y ya no le basta con pontificarnos sobre lo que debemos comer, decir, pensar o actuar, ahora también quiere imponernos sus delirantes gustos musicales.

 De toda esta polémica, al menos, sacamos algo en claro: Ana Morgade nos ha descubierto su Punto G: el de gilipollas.

Sergio Calle Llorens