lunes, 29 de agosto de 2011

LENGUAS I



Hablar diferentes idiomas es un tesoro incalculable. Un regalo del cielo con el que algunos padres obsequiamos a nuestros vástagos. En mi caso, mis hijos desde muy tierna edad son capaces de hablar en varias lenguas. Así, en casa su madre y yo podemos estar teniendo una conversación en inglés mientras los niños se comunican en danés o en español. Por si fuera poco, también entienden otras como la de Verdaguer. Al contrario de lo que se cree, los monolingües son una minoría en el mundo. Somos muchos más los que nos manejamos en otros idiomas. Y cuando se habla la lengua de un país que no es el tuyo, es difícil odiar a ese pueblo. Además de lo que te aporta hablar más de una lengua desde el punto de vista cultural y humano, también está la ventaja a la hora de encontrar faena en un mundo cada vez más globalizado. Sin embargo, en España parece existir una incapacidad a la hora de aprender lenguas extranjeras. Y los que las aprenden, es después de mucho esfuerzo y tras haber gastado cantidades ingentes de dinero en cursos en el extranjero. Una de las causas de este retraso tiene su origen en la España de Franco. En aquellos años grises, el régimen decidió que había que doblar las películas para controlar mejor lo que en ellas se decía. Así era más fácil censurar contenidos “poco recomendables”. Aquella horrible practica dura hasta nuestros días. Todavía es difícil encontrar cines donde poder ver la versión original. La verdad es que no saben lo que se pierden algunos al no poder oír a Emily Deschanel en inglés o a Monica Belluci en italiano. Además de esta practica estúpida, tenemos un sistema educativo paupérrimo. En Andalucía, por poner un ejemplo sangrante, los niños no es que no hablen otros idiomas, es que son incapaces de hablar español correctamente. Los escolares, siento decirlo, hablan una jerga incomprensible y pobre como las ideas de Bibiana Aído. En cambio, en Cataluña los niños que son bilingües hablan español con gran riqueza de vocabulario. Esto no es nuevo, la historia viene de largo.



En Málaga tenemos muchos centros donde el inglés, el francés o el alemán son las lenguas vehiculares. No es extraño porque la provincia malagueña tiene un alto porcentaje de población foránea. Pero no les hablo de centros bilingües. Los de este tipo dependen de la Junta de Andalucía, y claro con los torpes hemos topado. Cuesta creer que tengan la poca vergüenza de llamar bilingüe a centros donde la mayoría de sus profesores no pasaría ni el First Certificate, y mucho menos una conversación en la lengua de Shakespeare. Así que de bilingües nada. Por supuesto hay excepciones. El Lex Flavia Malacitana es un centro malagueño donde la enseñanza bilingüe en francés y en español funciona por el empeño, la brillantez y el trabajo duro de sus maestros. A la consejería de educación le costó trabajo entender los parámetros de trabajo que el colegio tuvo a bien poner en práctica. Desgraciadamente el caso del Flavia Malacitana es una gota en el inmenso océano andaluz donde priman la idiocia y el esperpento. Una lastima si pensamos en una Europa donde los escolares hablan con soltura hasta tres idiomas. Chiquillos que el día de mañana serán la competencia de nuestras rapaces. Estamos, desgraciadamente, ante un problema que nadie quiere resolver. Sencillamente en la República bananera de Andalucía, se prefiere gastar en ordenadores que en una política educativa que merezca ser llamada por ese nombre. Aquí, más que les pese, se aplica una estrategia didáctica basada en las ideas y la parla de Manolito Chaves; ya saben aprender pocas palabras a la semana, pasar por alto las dificultades en la expresión oral y una unión basada en fuertes vínculos de sangre o de grupo. Nada extraño si tenemos en cuenta que los dirigentes socialistas comparte más del 4% de los genes con aquellos neardentales tan feos que se extinguieron. Así les va.


Coda: De cualquier forma, los payasos no necesitan hablar idiomas. Los entienden en cualquier parte del mundo.


Sergio Calle Llorens

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