Cuando uno
prueba la mermelada que se hace con frutas subtropicales de la Axarquía se
da cuenta de que Málaga juega en una liga superior. Les hablo de un manjar
de los Dioses que presenta tres elementos fundamentales; la papaya, el mango y
la pitaya. Una delicia que comercializa La Molienda. La confitura
perfecta para degustar en cualquier rincón de la región malagueña. Este
producto nos revela por qué Málaga tiene más estrellas Michelín que toda Andalucía
occidental junta. Esta exquisitez nos demuestra una vez las causas por las que
superamos a Andalucía oriental. Y fíjense que ni siquiera el hecho de
que un afamado cocinero de estas tierras haya dejado de presentar sus restaurantes
a estos concursos ha sido suficiente para que se acerquen a la calidad de
nuestro paraíso culinario.
La
exquisitez de los productos es importante, pero mucho más relevante es el cosmopolitismo
que se manifiesta en una cocina sabia. Es el conocimiento gastronómico el que nos da
alas para seguir creciendo a través de la innovación sin olvidar nuestra
esencia mediterránea. El restaurante Blossom
de Emi Schobert es la nueva estrella que viene a engalanar el cielo
malagueño con gotas de plata. Un local pequeño y acogedor en el que trato al
cliente está a la altura de su magnífica cocina. Esa empanada criolla desafía la lógica. Ese
rabo de toro es diferente a todo lo que había probado hasta ahora. Ese aguacate
asado tan delicioso como un atardecer Mediterráneo. Entiendo que para personas poca dadas a los
dispendios en restaurantes, la relación calidad- cantidad no está justificada en
Blossom, pero dejemos pasar a los impedidos de juicio con su triste
escepticismo mientras pedimos otra botella de vino. Después de todo, Málaga se ha convertido
en un ejemplo de éxito cuyo talento se desparrama en cada esquina. Una vez más se evidencia que el Altísimo siempre bendice a los valientes.
Sergio Calle
Llorens
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