domingo, 20 de octubre de 2024

¡MI PARAÍSO!

 



Una luz suave y difusa se filtra dulcemente entre las nubes para iluminar un Mediterráneo en calma. La mar y sus misterios. La postal marina es de una belleza incalculable. Hay silencio en las arterías que bombean la sangre que nutre el corazón de Rincón de la Victoria. En la bahía señorea el inmenso crucero Brilliant lady que pertenece a la naviera Virgin Voyages. Los nombres de estos barcos siempre me hacen sonreír por alguna razón que no logro entender. Tampoco entiendo que mis pasos me lleven siempre al antiguo barrio de pescadores cuya solería está repleta de mosaicos de temática marina. Recuerdos para no olvidar la eterna lucha entre los rudos hombres de mar y su forma de ganarse el sustento. La noche y el día. El mar en calma o bajo la tormenta.  En cualquier caso, las casitas blancas parecen contemplar orgullosas la rehabilitación de sus calles. Todo resulta de una coquetería galante. Por un momento valoro la posibilidad de convertir este lugar en escenario de mi próxima novela. Un trabajo para recordar que el duelo en la novela criminal no es entre la policía y el asesino sino entre el autor y el lector. Recordemos, como decía Sherlock Holmes, que nada resulta más engañoso que un hecho evidente. Aquí, además de la apolínea línea curvada de estas playas, lo único evidente es el empeño que le ponen las chicas del club de remo de la localidad. Mujeres que calientan sus extremidades antes de lanzarse a la mar.

Caminando por la orilla veo a una pareja que reza a la Virgen del Carmen colocada en su cristalina hornacina. La Señora del Mar luce linda en la oquedad de la piedra. Pronto mis elásticas piernas me llevan a Alma Playa en playa de Torre de Benagalbón. Un merendero cuyos desayunos, ellos los llaman Combis, son un homenaje a los sentidos culinarios más avanzados. En este lugar el olor a salitre se mezcla con el de una cocina bien cuidada y selecta. El mollete antequerano con aguacate de la tierra, queso fresco y tomate triturado surten el efecto deseado.  Ya puedo seguir mi paseo al tiempo que la luz de la mañana juega con las nubecitas provocando una explosión de claros en unas aguas que cambian de tonalidad cromática. Precisamente en esta playa aprendí que la belleza no se mide por los adjetivos elogiosos de los poetas sino por los silencios que provoca.

Poco a poco el paseo ecológico de los Rubios me lleva al imponente puente de madera que conduce a Chilches costa tras dejar atrás el lugar donde guardan los barcos que salen a navegar a diario.  Una vez cruzado siento un inmenso deseo de acercarme a Benajarafe. Allí sigue dominando la Torre Vigía que, para mi sorpresa, hoy está rodeada de un grupo de senderistas. Supongo que hoy han querido conocer los secretos de la Senda Litoral a su paso por el municipio. Esta localidad tiene una extraña vitalidad de día, pero cuando se alargan las sombras y llega la noche, los lugareños se esconden tras los muros de sus viviendas. Incluso en un cementerio de madrugada se escuchan más voces. Por eso, me obligo a prometer que volveré a Benajarafe tras la puesta de sol y escuchar el arrullo del mar en completo silencio y con la única compañía de respiración profunda.

Al deshacer mis pasos, el sol castiga en lo más alto convirtiendo mi caminata en un recital de resistencia. Un paseo de cuatro horas y veinte minutos que yo he completado en tres horas y media que concluyen en un baño mecido por unas olas juguetonas que mueren en la orilla de este paraíso inigualable.

Sergio Calle Llorens


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