viernes, 7 de enero de 2022

¡NO DISPAREN A GARZÓN!

 


Si de verdad queremos conocer la materia de la que se forjan las personas, sólo debemos darles un carguito.  Es evidente que hoy, tras múltiples meteduras de patas, todo el país sabe que el Alberto Garzón es una carga pública que desconoce, más allá de tres reglas mal aprendidas, todo de casi todo.  Yo ya lo advertí en estas páginas, pero nadie quiso hacerme ni puñetero caso.

 El lector informado sabe que, una vez elegido diputado nacional por Málaga, el riojano- porque Garzón es natural de esa tierra- no realizó ninguna pregunta parlamentaria sobre los recortes de la secta del capullo en la sanidad andaluza- porque esa región era controlada por la izquierda- y concentró su interés en la de Madrid porque allí gobernaba, y todavía gobierna, el enemigo.  Para arreglar el desaguisado de su poco interés por los asuntos de la provincia a la que representaba, los herederos de los pioneros del tremendismo en el periodismo comarcal interrogaron a Garzonete sobre su lugar favorito en la tierra de Pablo Picasso. Para sorpresa de muchos, el riojano no eligió ni un museo, ni ninguna cala paradisiaca de Nerja, ni ninguna de nuestras mágicas sierras, ni el majestuoso Caminito del Rey- esto ultimo hubiese sido visto como una traición al movimiento republicano- sino el restaurante el Castillo de Rincón de la Victoria que, para no iniciados, es el peor lugar para degustar las delicatessen malagueñas.  Las carcajadas tras su afirmación todavía se escuchan en todos los rincones de nuestra galaxia.

El problema del ministro de Consumo es que ve el mundo en blanco y negro, en buenos y malos. Por eso cuando le hicieron la entrevista en The Guardian- periódico que suelen leer las personas de izquierda moderada en el Reino Unido- pensó que estaba entre “amigos progresistas”- en verdad habría que llamarlos retrógrados- y soltó que la carne que exporta España proviene de animales maltratados y, por ende, es de una pésima calidad.  Puedo imaginar al periodista inglés frotándose las manos con las declaraciones porque, aunque el de Logroño no lo sepa, no hay nada que venda más en la Pérfida Albión que un buen titular antiespañol. Y Albertito cayó en la trampa con su instinto romo para la política y su analfabetismo galopante.

Las únicas voces que han defendido al representante de IU tras la última polémica han sido de los voceros de la izquierda: Ignacio Escolar, el Facuo y Pablo Iglesias. Este último incluso ha llegado a llamar ultraderechistas a las agencias de noticias por sacar a la luz la entrevista.  Pero nadie del gobierno ha salido a defenderle. Garzón, tocado y casi hundido, ve pasar las balas silbando sobre su inmensa cabeza.  Pero yo pediría al personal que dejaran de dispararle. Al fin y al cabo, gracias a que fue elegido ministro del Reino de España, hoy nadie duda de su incapacidad manifiesta, no sólo para la política, sino para ejercer correctamente de jefe de planta del Corte Inglés. Y es que escuchar a Alberto Garzón hablando sobre ganadería es como oír a Kiko Rivera sentando cátedra sobre astrofísica: los dos piensan que los agujeros negros llevan bragas.  Dejen pues los tiros al ministro y esperen a que los suyos le tiren al sitio que tiene el mismo nombre que la localidad natal de su madre: Cenicero.  Después de todo, como cadáver político sólo le queda la incineración.

Sergio Calle Llorens


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