jueves, 16 de diciembre de 2021

¡EL FANTASMA DEL SUIZO!

 


Cuenta la leyenda que Antonio de la Nari, suizo y ex miembro de la guardia suiza del rey Carlos IV, murió en 1847 buscando el tesoro almorávide en la Cueva del Higueron.  Había pasado más de treinta años cavando pozos y abriendo galerías. El helvético era, como todos los de esa nación, un tipo obstinado cuya búsqueda terminó por una carga de dinamita. Desde entonces, o eso nos dicen los lugareños, el fantasma de este buscador de tesoros se manifiesta en la gruta. Curiosamente hace cinco años una pareja de británicos entró en la Cueva del Tesoro sin pagar aprovechando un despiste de los responsables. El caso es que la gruta cerró y los primos de Drake se quedaron a oscuras. Parece que, en la zona de los lagos, no muy lejos de donde el protagonista de nuestra historia ascendió a los cielos, el espectro de Don Antonio hizo acto de aparición y les gritó: Raus, que en lengua tudesca quiere decir fuera. Presos del pánico la parejita salió escaleras arriba. Conozco la historia de primera mano porque yo fui el que tuvo que llamar para que los sacaran de allí.

A pesar del tiempo trascurrido el fantasma del suizo no parece haberse eclipsado y son muchos los testigos que afirman haberle visto. Yo, que vivo a apenas dos moscateles de distancia de la única gruta marina del mundo que se puede visitar, ando tras su busca. Anoche me mantuve alerta entre la errabunda luz de la luna y el perfume delicioso de los pinos, pero ni siquiera bajo las sombras de las ramas sentí presencia alguna. En el lugar reinaba un ligero viento que iba corriendo al abrigo de la Cala del Moral. El sonido sordo del Mediterráneo me hizo recordar que hay rinconeros que aseguran que existe una conexión entre la cueva y el mar.  Yo no he participado nunca del torrente de optimismo local sobre esa ruta secreta. Así que seguí caminando. De pronto un susurro en la madrugada. Al volverme a mirar, sólo alcancé a ver el vuelo de un búho cuya silueta se recorta en una casita blanca iluminada, a su vez, por la tímida luz de las farolas.  El nocturno pareció querer decirme que Don Antonio se quedó con nosotros porque, hombre de buen gusto, es incapaz de renunciar a tanta belleza.

Sergio Calle Llorens

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