martes, 14 de diciembre de 2021

¡SOY FORDIANO!

 


El mar parece haber quedado enjabonado tras el paso de la niebla vespertina. Las olas vienen ahora calmadas y llenas de misterio. El momento perfecto para escribir porque todo lo que tiene que ver con este oficio requiere sosiego y silencio. Escribo recordando mi identificación con el cine de John Ford: esa desilusión ante la vida, el tema recurrente del amor perdido, la convicción de que lo mejor de contar una historia es no contarla con palabras sino con hechos, el sacrificio para alcanzar la redención, la nostalgia por los tiempos perdidos, la querencia por una Irlanda idealizada, la poesía de los paisajes y la camaradería con los amigos.

 Soy fordiano porque cabalgo en solitario por las praderas de la existencia esperando alumbrar un nuevo ser.  Pertenezco al clan del irlandés porque no creo en las rendiciones como el protagonista en The Searchers.  Juego en el equipo de John por  mi defensa de  las causas justas que a casi nadie importan y, también, por haberme convertido en un tipo fronterizo que jamás se adapta al mundo de lo políticamente correcto. 

Porque sólo al final de la vida todas las piezas encajan. Porque sólo en el epílogo el sacrificio del héroe tiene sentido. Pero para entonces, mi barco será una sombra en el fondo de la mar, y no hay sombra más negra que la situada en medio de aguas cambiante, en una paz de muerte y de silencio. Relampagueará el cielo tras haber sorprendido con algún latigazo eléctrico.

La epopeya de Ford es el bueno aparentemente malo que deja un mundo mucho mejor que el que le vio nacer. Una hazaña por la que ser recordado tras caminar por las angosturas de los peligrosos desfiladeros de la vida.

¡Valió la pena!

Sergio Calle Llorens

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