Cada época
tiene sus atracadores y forajidos: Al Capone, Baby Face Nelson, Machine Gun
Kelly, John Dillinger, Alvin Karpis y la banda del Psoe de Andalucía. El
público en general siente fascinación por los malos al punto de dedicarle
calles y avenidas. Como la esperanza del perdón alienta al pillo y al ladrón, los
robos van a seguir aumentando. No hay nada que podamos hacer al respecto.
Incluso el Tribunal Supremo sigue sin ratificar la sentencia a los
miembros de la secta del capullo condenados por el tema de los ERE. Hay gente que afirma que no hay ladrón sin
encubridor. Yo, en cambio, pienso que los jueces son seres de luz que no se
equivocan nunca. Así que habrá que seguir esperando hasta el año 5893
para que Griñán y sus compinches entren en prisión. Pensemos que los magistrados,
criaturas de criterio infalible, están muy atareados. Tranquilidad.
Otros que
están muy ocupados son los que piden apedrear la casa de un niño por pedir
clases en español. Curiosa forma de defender la lengua de Verdaguer. El
catalán, lengua que domino razonablemente bien, es un idioma empastado con
cierto aire de misterio. Una parla que adoro en los textos de Josep Pla. Sin embargo, este idioma está muriendo a
pesar de la inmersión lingüística y de décadas de matraca identitaria. En la
actualidad sólo el 32,4 de los catalanes lo usa a diario. Esta cifra supone medio
millón de hablantes menos que en el año 2005. Incluso en el ámbito educativo el
número de usuarios de la lengua no llega ni al 40 por ciento cuando están en el
patio. En 2018 supimos que apenas el
19,6 por ciento de los barceloneses entre 15 y 29 años reconocía hablarlo. Y la
cosa ha ido a peor. La globalización y el hecho de que el catalán sea una
lengua con la misma importancia internacional que la fabla aragonesa lo llevan a ser algo
residual. Pero no es España la que le roba el futuro a esta lengua sino el mundo en el que vivimos. Y mucho me temo que subvencionar series
en las otras lenguas cooficiales tiene el mismo futuro negro que un concierto
de Falete en Cincinnati. Porque cuando una lengua la hablan menos
del 30 por ciento de la comunidad, la suerte está echada.
Para revertir
esta situación el Estado, y eso incluye a la Generalitat, debería
comenzar una política para cortejar al resto de españoles para que estudiasen catalán.
No es de recibo que sólo se escuche este idioma en la boca de personas que nos
insultan a diario. Sencillamente no puede ser. El nacionalismo nos ha vendido
que España ha intentado exterminar el catalán cuando desde los
años cincuenta de la pasada centuria se daban premios en esa lengua. Ahí tienen
el Premio Mercé Rodadera desde 1954, el Premio Lletra D`Or que se entrega
desde 1956 o los Premios Prudenci Bertrana y Josep Pla que se otorgan desde
1968. Pero si hasta en la visita de Franco a Cataluña en 1952
se inauguró la cátedra Milá I Fontanals para el estudio científico de ese
idioma. ¡Vaya forma tan extraña de eliminar el catalán! Nadie quiere recordar
tampoco que en Francia, donde también se hablan vasco y catalán, la lengua vehicular de la educación es el francés. Tal vez sea momento de echarle cojones y plantar cara en Perpiñán. ¿No te animas, Rufián?
Insisto, llevo
años insistiendo, el bilingüismo es un regalo de los Dioses. Además es una
maravilla que en ciudades como Gerona, Lérida o Barcelona el personal pueda
hablar en dos lenguas españolas. Y entiendo que los separadores odien el catalán
y los separatistas el español porque, como sabemos, el nutriente que les
mantiene con vida es la ojeriza hacia el otro. Pero, o el gobierno catalán da un
golpe de timón y comienza a camelarse a su propia población y al resto de
españoles para que usen y aprendan catalán respectivamente, o este tesoro nuestro va a
desaparecer. Y cuando lo haga, habrá un sonriente niño de cinco años de Canet
de Mar viendo una serie de Netflix en las lenguas más habladas del mundo. Háganme en caso, aunque sólo sea por una vez, y paren esta locura.
¡Bona Nit!
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario