sábado, 23 de noviembre de 2013

ESPAÑISTÁN

Los individuos se convierten en masa y, éstos a la vez se transforman en turba con todas las taras que eso conlleva. Entre ellas seguir al rebaño sin preguntarse que tiene en la cabeza el pastor o pastores que lo dirigen. Se trata de que el ciudadano piense por sí mismo. Una función que el poder contempla peligrosísima. Para lograrlo, hay que formar desde la base con el objeto de que parte de los futuros votantes se identifiquen con una determinada ideología, especialmente de izquierdas si nos atenemos al caso andaluz.

No reparan en gastos en propaganda oficial y, cuando se les termina el dinero de los demás, acuden a los amigos para que visiten a nuestros escolares en los institutos. Les pongo un ejemplo, en un instituto malagueño un profesor decide que un tal Quero les de una charla a los niños tras proyectar el documental Españistán. Un buen trabajo que se explique realmente bien conceptos como la deuda o la burbuja inmobiliaria. Incluso se toca la ambición desmedida de la banca y la crisis crediticia de los Estados Unidos. Todo en clave de humor con mensajes certeros y directos al grano. La cosa se complica cuando toda la culpa de la crisis actual recae en el gobierno de José María Aznar y, pase más que de puntillas por la responsabilidad del ejecutivo de Rodríguez Zapatero como muy bien apuntaba esta misma semana el ex ministro Solbes.

Como les digo se trata de monopolizar la ideología de los estudiantes. Quieren y, creo que lo consiguen, una identificación con la izquierda andaluza que nos está llevando a la ruina. Habría que recordarles que a los niños no hay que enseñarles a pensar de una determinada manera, sino a pensar. Es la base de la ideología liberal que apuesta por la posibilidad de que los otros puedan estar en lo cierto y uno ser el equivocado. Con este tipo de propaganda lo que se consigue es que los estudiantes no sean nunca ciudadanos libres sino súbditos de una ideología que jamás apuesta por la libertad con mayúsculas.

No le puede extrañar a nadie que hoy en España se confunda a los grupos antifascistas con democracia y destrozar el mobiliario de una universidad pública con un avance hacia la resolución de los conflictos sociales. Incluso todavía hay gente que considera justificado cualquier ataque verbal o físico hacia la derecha. Toda esta perversión empieza en los institutos que, en caso de tener un caldo de cultivo radical en los hogares, puede acabar en algo terrible.

Estoy convencido de que el director del instituto en cuestión no habrá visto nada malo en la proyección del vídeo pues, por supuesto, coincide con su ideología. Es más, con toda seguridad se marcha a casa sintiéndose un gran educador y una excelente criatura. Sin embargo imaginemos el ejemplo contrario; pensemos por un momento en un maestro que decide proyectar un reportaje sobre los ERE en Andalucía, o que verse sobre la corrupción en los sindicatos o el enchufismo del gobierno de la taifa del sur. Y mientras lo imaginamos, pueden estar seguros de que ese profesor seria acusado de manipular a los estudiantes, de facha y, en menos que canta un gallo, se le abriría un expediente en el mejor de los casos y, en el peor se le apartaría de la enseñanza. Faltaría más.

Los profesores de instituto que admiten esta manipulación ideológica deberían reflexionar sobre el fracaso escolar en Andalucía. Décadas en las que todos los informes europeos señalan a la región más pobre de España como la peor en educación de todo el viejo continente. Como tienen mucho tiempo libre por aquello de las huelgas, podrían centrarse en explicar las causas por las que los consejeros y altos cargos de la Junta de Andalucía tienen a sus hijos estudiando en centros privados. Ellos, supuestos defensores de la enseñanza pública, ellos que gobiernan desde los albores de la autonomía. Pero claro eso sería llevar demasiado lejos el pensamiento. Es mucho mejor ir de profe progresista por la vida, con un ejemplar del diario El País bajo el brazo comentando los grandes programas que tiene la Sexta.  Esta actitud  acentúa más si cabe el manto de incultura y desinformación que envuelve a la sociedad andaluza. Esa cobardía explica la causa por la que Andalucía es un régimen donde hasta el más lerdo puede trabajar de profesor emérito. Podría hacer un corto llamado Andalustáin en el que explicaría como hemos llegado aquí, pero no habría instituto en la República Bananera de Andalucía que lo proyectase. Disparar mi arma en un mundo de sordos no tiene demasiado sentido.

Sergio Calle Llorens




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