lunes, 4 de marzo de 2013

LA RESACA DEL 28F

El solsticio de invierno es un día importante. La nochebuena es una jornada entrañable. Los descubrimientos científicos son como agua de mayo. Sin embargo, el día de Andalucía es una jornada de luto. Apenas Canal Sur con su aire paranoico es capaz ya de mostrar la triste realidad; La Junta es un estado permanente de incompetencia y la región que gobierna es el fiel reflejo de una vida mediocre y acomodaticia. Su perenne baluarte de imagen ya no resiste ni la mirada tierna de un socialista. Esa gente que llegada una edad se coloca una venda en los ojos y, por supuesto, no se la quita hasta la muerte.

 Andalucía, de ser un equipo deportivo, jugaría en regional preferente y sus entrenadores estarían en la cola del paro. Cualquier periodista no totalmente cretinizado por el léxico de la propaganda andaluza, vería que cuando fijamos la fisonomía andaluza en una foto, sólo se ven arrugas y carnes ajadas.

 Andalucía, de ser una mujer, sería una prostituta de barrio chino que liga menos que la ginebra La Cadena. Una señora que no he querido ver que ya ha llegado la hora de retirarse. Su empeño en continuar en el oficio más antiguo del mundo nos puede dejar perplejos pero, por supuesto, hemos de entender que lleva tantos años con las piernas abiertas que ya es difícil que pueda cerrarlas. De morirse hoy, la tendrían que enterrar en un ataúd circular.

 Andalucía, de ser universidad, sería un cafarnaún en delirio. Un templo del saber donde una reviviscencia de Sócrates, una repetición de Platón o una incubación de Ortega y Gasset estarían encerrados en algún despacho por temor a que mostraran la luz al pueblo que más siglos lleva sumergido en la más absoluta oscuridad. Andalucía, de ser un hospital, sería para albergar el tipo de tuberculosos que habita en las tierras del sur. Una enfermedad incurable. Una riada asesina que sacude la mente de aquellos que siguen convencidos de estar completamente sanos.

 Andalucía, de ser un programa de televisión, sería un reality show llamado el Gran Timo donde la oficina de empleo funciona como desempleo. Un espacio en el que sus protagonistas no entienden que su mediocridad se debe a la negación del sentido del ridículo y, con ello, la negación misma de un fracaso colectivo real y tangible.

 Sin embargo, me produce una gran satisfacción constatar la decadencia de este barullo grotesco que es la Junta de Andalucía. Lo llevo advirtiendo durante años pero como no suelo escuchar a nadie hablar del tema, he de proclamar mi más absoluta ignorancia sobre el silencio de mis conciudadanos. En este tiempo, he perdido la noción de la posibilidad de que hubiese alguien capacitado en los alrededores de mi existencia para poder conversar sobre el tema. De momento sin éxito. Tal vez mi cultura, aunque escasa, sea demasiado europea y muy poco indígena. Quizá yo sea el último representante de una zaga de individuos que jamás bajará la cabeza ante el paso solemne de la bandera andaluza. Probablemente, yo no haya buscado con ahínco porque mi alma esconde la vana idea de mi superioridad moral y mental sobre los primates del sur. Sea como fuere, he de reconocer que mis ideas me vienen de una concentración cosmopolita que no dirigiere al pulpo andaluz como animal de compañía. Murió el día andaluz y a mí lo único que me emocionó fue contemplar la luna sobre las tumbas del cementerio inglés de Málaga, con esa blancura espesa y suave que parecía nieve. Tuve tiempo de oir al viento silbando una melodía sarcástica por los rincones del camposanto. Sonaba como el himno de Andalucía, pieza pegadiza como la gonorrea. Gono que significa PSOE e y rrea que viene a ser IU.

 Sergio Calle Llorens

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