miércoles, 18 de mayo de 2011

ODA A MERCEDES ALAYA

Ya he comentado alguna vez que tengo el pleno convencimiento de que las mujeres que valen en Andalucía se hacen empresarias, abogadas, psicólogas, escritoras etc. Y las que no, se meten a sindicalistas o se afilian al PSOE. Donas de poco nivel a las que apenas exigen aprender cuatro eslóganes fáciles. Chicas de poca chicha cuya escasa valía suelen paliar con una gran dosis de mala leche. Al fin y al cabo, si no es bajo el paraguas del organismo más inútil en la historia de la humanidad: La Junta de Andalucía, solo encontrarían trabajo en el circo. De hecho, de sus bocas no salió jamás frase inteligente alguna y lo más profundo que han escrito es Subsuelo. Desgraciadamente ese es el tipo de mujer que el resto de los españoles tiene en mente cuando imagina a una andaluza. Las que valen realmente no salen en los informativos para oligofrénicos profundos de canal Sur.




Por eso, hoy quiero hablarles de la juez Mercedes Alaya. Eficaz, contundente, bellísima e independiente. Jamás se la ha visto en ninguna comida de jueces, ni pertenece a asociación alguna. Ni conservadora, ni progresista- del paro se entiende- ejerce su profesión, que es para lo que le pagamos, sin esperar prebendas, subvenciones o medallitas. De sus 48 primaveras, 23 las ha pasado ejerciendo la judicatura. De azote del patético ex presidente del Betis, Lopera, ha pasado a ser el peligro número uno de la Junta que preside Pepito Griñán. De ella se cuenta que no admite un momento de relax y que guarda mucho las distancias con las partes. En otras palabras, que odia el mamoneo y la vagancia tan propias del ADN de nuestros dirigentes y de los que les apoyan. Mi heroína Mercedes no acepta rebajarse al estilo chabacano del pueblo más carajote. Lo suyo son las buenas formas y el trabajo bien hecho. Algo que debería de darse por descontado en la tierra de la chalaura Lo increíble, en su caso, radica en el hecho de que su buen hacer es considerado una extravagancia por la turba que llegó tarde a la entrega de cerebros. Gracias a ella, el caso de los ERE fraudulentos está siendo investigado concienzudamente, por fin. Su gran labor merece que en cada ciudad de la República bananera de Andalucía, tuviera una estatua. Y sin embargo, aquí los héroes del pueblo son los Andy y Lucas, las María del Monte y los Faletes de turno. Algo normal si tenemos en cuenta el bajo nivel cultural de los andaluces.




Mercedes Alaya no contará nunca con el favor del pueblo atocinado y lerdo. Tampoco de los medios a la izquierda que la ven como una enemiga de su causa. Cronistas de la información para los que los muertos de la Plaza de Tiananmen se debieron a que el suelo estaba muy resbaladizo aquel día. Ya saben los árboles siempre les impide ver el bosque. En cambio para mí, Mercedes Alaya pertenece a esa clase de mujeres que llega a lo más alto de su profesión por su valía y su trabajo. Féminas que no se escudan en lo que tienen entre las piernas para justificar un fracaso o un revés. Señoras o señoritas que merecen el reconocimiento de una sociedad que hace mucho perdió el norte. Sólo espero que algún día, mi admirada Mercedes llegue a su despacho, y que es el mismo en el que hace 20 años, Ángel Márquez forzó la dimisión de Alfonso Guerra, para hacer lo propio con Griñán y compañía. Sí, la imagino sentada y vestida con un vestido elegante firmando la orden de detención de los responsables de los ERE. Allí con su impecable estilo y su mirada fría y penetrante dejará helados a esos palanganeros hijos de Rinconete y Cortadillo. Tras lograr lo impensable, tomará un coche con destino desconocido para ir a reunirse en secreto con los suyos. Una mujer con tanto glamour y misterio merece tener un final de película de Hitchcock. ¿O no?

Sergio Calle Llorens

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