domingo, 9 de marzo de 2025

¡HERGÉ|

 


Georges Remi, conocido como Hergé, nació en 1907 en Etterbeek, Bélgica. Desde muy joven mostró un talento extraordinario para la ilustración y el relato gráfico. No es exagerado decir que Las aventuras de Tintín (publicadas entre 1929 y 1983) son el reflejo más fiel de su propia vida, sus obsesiones y contradicciones.

Hergé era un hombre de múltiples facetas, a menudo en lucha consigo mismo. Tenía un espíritu meticuloso, con un gran sentido de la estética, pero también arrastraba sombras personales y dilemas morales. A través de sus personajes, canalizaba distintas partes de su personalidad.

Tintín es, en muchos sentidos, el hombre que Hergé habría querido ser: un aventurero, intrépido, justo y sin miedo. Representa la parte más luminosa del autor, su amor por los viajes, el misterio y la exploración. Hergé nunca fue un reportero como su personaje, pero a través de él pudo recorrer el mundo desde su mesa de dibujo, investigando cada detalle con una precisión obsesiva.

Curiosamente, a diferencia de otros personajes, Tintín no tiene un gran desarrollo emocional ni cambios profundos. Es un lienzo casi en blanco sobre el que se proyectan los demás personajes, lo que ha llevado a muchos a considerarlo una figura más funcional que emocional.

Si Tintín es el Hergé idealizado, el capitán Haddock es su yo más visceral. Alcohólico, gruñón, sentimental y lleno de debilidades, Haddock es el contrapunto perfecto al impoluto Tintín. Su evolución es especialmente interesante: en su primera aparición (El cangrejo de las pinzas de oro), es un borracho perdido, pero poco a poco se convierte en un personaje con más matices, hasta volverse casi el verdadero protagonista emocional de la serie.

Hergé siempre tuvo una relación compleja con el alcohol y una personalidad melancólica que, como en Haddock, a veces se expresaba con exabruptos de rabia y una vena casi teatral en su forma de hablar (sus insultos creativos son legendarios: “ectoplasma”, “bashi-bazouk”, “mameluco”...).

El castillo de Moulinsart, la residencia del capitán, representa una especie de refugio en la vida de Tintín y Haddock, pero también simboliza algo que Hergé buscó toda su vida: un hogar donde sentirse en paz.

Estos dos detectives torpes, que siempre hablan a la vez y se equivocan en todo, reflejan otra faceta del autor: la burocracia absurda, la repetición sin sentido y la imposibilidad de diferenciar lo importante de lo trivial. Se dice que representan el conflicto interno de Hergé, su mente dividida entre el orden y el caos, la rigidez y la espontaneidad. También podrían simbolizar la censura o el control social, algo que vivió en carne propia, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, cuando fue acusado de colaboracionismo.

La diva de la ópera, siempre irrumpiendo en la vida de los protagonistas con su voz estridente y su desbordante personalidad, representa el miedo de Hergé a lo femenino. Su vida amorosa fue complicada y marcada por la represión emocional. Su primer matrimonio con Germaine Kieckens fue más una relación de compromiso que de amor, y solo en su madurez pudo liberarse y vivir una historia más auténtica con Fanny Vlamynck.

Castafiore no es una villana, pero sí una presencia que rompe la estabilidad de Moulinsart, como si representara una fuerza que Hergé no sabía manejar.

Inspirado en el físico Auguste Piccard, Tornasol es la encarnación de la genialidad aislada del mundo. Representa el lado más obsesivo de Hergé, el hombre que se encierra en su trabajo y pierde la noción de la realidad. Pero también es un reflejo del Hergé que buscaba la espiritualidad y la paz interior en sus últimos años.

Hergé tuvo un pasado complicado durante la ocupación alemana de Bélgica en la Segunda Guerra Mundial. Publicó sus historias en un periódico controlado por los nazis (Le Soir), lo que le valió acusaciones de colaboracionismo tras la guerra. Sin embargo, él siempre se defendió diciendo que solo quería contar historias y que nunca tuvo intenciones políticas.

A lo largo de los años, pasó de ser un dibujante de cómics con una visión simplista del mundo (Tintín en el Congo, con su visión colonialista), a alguien que empezó a cuestionarse todo (Tintín en el Tíbet, donde explora la amistad y la espiritualidad).

Cada personaje de Tintín contiene una parte del alma de su creador. Tintín es su yo ideal, Haddock su yo imperfecto, Tornasol su lado más ensimismado y Castafiore la fuerza que no sabía cómo encajar. Hergé fue un genio atrapado entre el perfeccionismo y la duda, entre el deseo de aventura y la búsqueda de estabilidad.

Murió en 1983 sin haber podido terminar la última aventura de Tintín (Tintín y el Arte-Alfa), dejando un final abierto, como si él mismo siguiera buscando respuestas.

Así que, cuando leemos Tintín, en realidad estamos explorando el alma de Hergé, un hombre lleno de luces y sombras, igual que sus personajes. En cualquier caso, Tintín y sus amigos serán siempre un faro al que mirar en el oscuro mar de la vida.

Sergio Calle Llorens



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