miércoles, 5 de marzo de 2025

¡EL HÉROE CANSADO!

 



Los cómics de Corto Maltés son mapas de un mundo que ya no existe o que, quizás, nunca existió fuera del papel y la tinta de Hugo Pratt. Las Célticas es una de esas obras que nos atrapan en su atmósfera de libertad, de destinos inciertos y de mares abiertos, con un protagonista que, más que un héroe, es un hombre errante, cansado pero incapaz de abandonar su vagabundeo por la historia y la geografía.

Porque Corto Maltés nunca ha sido un héroe al uso. No busca gloria ni medallas. No es un patriota, ni un hombre de causa. Es, en todo caso, un espectador que a veces interviene, pero sin la certeza de que su intervención cambie realmente el curso de los acontecimientos. En Las Célticas, como en el resto de su periplo, se mueve entre espías, revolucionarios y soñadores, sin comprometerse del todo con ninguno, pero sintiendo siempre la llamada de la libertad, el único principio que parece regir su vida.

Irlanda es el escenario de algunas de las historias más evocadoras del álbum, y es allí donde el espíritu de Corto se encuentra con la lucha por la independencia, con personajes que, a diferencia de él, han elegido un bando y están dispuestos a morir por él. Pero la suya es una guerra en la que el romanticismo y la tragedia se entrelazan, en la que la certeza de la derrota no impide seguir luchando. Corto observa, comprende, ayuda cuando cree necesario, pero siempre con la melancolía de quien sabe que la Historia devora a los soñadores.

El viento sopla sobre los verdes campos irlandeses, y la lluvia golpea las piedras antiguas de un país que carga con siglos de dolor y resistencia. En este escenario de fábulas y leyendas, Corto se cruza con figuras que encarnan la pasión y el sacrificio, con ideales que le recuerdan que, aunque él mismo prefiera no atarse a banderas ni fronteras, hay quienes encuentran sentido en esa entrega absoluta. En Irlanda, los cuentos de hadas y la pólvora conviven, y la poesía de Yeats se mezcla con el sonido de las balas en la noche.

El mar, eterno compañero de Corto, está presente como un recordatorio de lo inabarcable. Representa la única patria que realmente tiene, el refugio donde siempre puede volver cuando la tierra firme se vuelve demasiado estrecha, demasiado llena de promesas rotas. En Las Célticas, como en todas sus historias, el mar es un personaje más: a veces tempestuoso, a veces plácido, pero siempre invitando a seguir adelante, a buscar nuevas costas donde tal vez no haya respuestas, pero sí nuevas preguntas.

El mar no es solo una vía de escape, sino también un símbolo de su esencia errante. A diferencia de quienes luchan por una causa o por un país, Corto pertenece al agua y a su eterna incertidumbre. Como un marinero de otros tiempos, como un Ulises moderno, navega sin prisas y sin rumbo fijo, guiado más por el azar y la intuición que por mapas o brújulas. En sus viajes, encuentra historias y destinos cruzados, como si el océano fuese un gigantesco escenario en el que la Historia y el mito se entrelazan una y otra vez.

Corto Maltés, con su media sonrisa irónica y su aire de hombre que ya ha visto demasiado, es el arquetipo del héroe cansado. No es que haya renunciado a los ideales, sino que ha aprendido a vivir sin certezas absolutas. En un mundo que se desmorona y se reconstruye a cada paso, él elige el camino de la duda, de la independencia, del viento en la cara y la brújula sin norte fijo.

Es un personaje que encarna la nostalgia de lo que nunca fue, de un tiempo perdido que quizás nunca existió más allá de los relatos que contamos. Es un hombre que camina por la frontera entre la realidad y la leyenda, entre la historia y la ficción, sin pertenecer del todo a ninguna de ellas. Su cansancio no es solo físico, sino también espiritual, el peso de haber visto demasiado y de saber que, por mucho que el mundo cambie, las pasiones humanas siguen siendo las mismas: la ambición, la traición, el deseo de libertad y la eterna búsqueda de algo inalcanzable.

Las Célticas es, en definitiva, una carta de amor a esa libertad que no está en las banderas ni en los discursos, sino en la elección de cada uno de ser quien quiere ser, aunque eso implique navegar sin puerto fijo. Y quizás, en el fondo, todos quisiéramos tener un poco de esa brisa marina en nuestras vidas, un poco de ese espíritu de Corto, errante y libre hasta el final.

Las viñetas de Hugo Pratt nos invitan a soñar con un mundo donde el horizonte nunca es el final, donde siempre hay una nueva aventura esperándonos al otro lado del océano. Y en cada página de Las Célticas, sentimos ese anhelo de lo desconocido, de la historia aún por contar, de la libertad que solo aquellos que no pertenecen a ningún sitio pueden conocer realmente. Corto Maltés no es solo un personaje: es un susurro en el viento, una sombra en el puerto al amanecer, un recuerdo de lo que significa ser verdaderamente libre.

Sergio Calle Llorens


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