martes, 22 de junio de 2021

¡ESENCIA JUDÍA|

 


 

Málaga es el único lugar de España donde hay tres núcleos de población judía; la capital, Torremolinos y Marbella.  Gracias a este singular pueblo comencé a aprender los arcanos de la cábala que me llevaron a deambular por las calles de Toledo y Venecia. En arameo las veintisiete letras tienen además un valor numérico, del 1 al 9, del 10 al 90 y del 100 al 900, de modo que los números pueden leerse como palabras, y las palabras tienen un valor numérico. En el Pentateuco hay un mensaje cifrado que  alumbra el acceso a un conocimiento superior. Esta, y no otra, es la base de la cábala de la que era padre mi paisano Ibn Ben Gabirol.  Leyéndola, comprendí entonces el destino del hombre que también está escrito en las estrellas. Yo, al igual que Corto Maltés en la Serenísima, me negué a aceptar el mío y me alargué la línea de la vida con una navaja. A su lado caminé para llegar al puente de las Maravillas, la calle del Amor y la vía de los Marranos para abrazar la magia del relato bíblico que se hizo templo del gran Salomón. Tal vez me gustaría ser parte de un grupo de elegidos que conocen los secretos del universo mientras el resto del planeta duerme. Pero no soy aceptado o, mejor dicho, yo hago todo lo posible para que no me acepten en ningún colectivo.  En cualquier caso, la pertenencia a una sociedad secreta, que, de entrada, no pone en cuestión ni la religión ni el orden público, no reporta más ventaja que la de gozar de una relación privilegiada con otros miembros que pueden ayudar al ascenso en la escala social.  Ese es el objetivo de la pertenencia a cualquier logia.   Ciertamente conocer el nombre secreto de Dios- el shem shemaforash- podría dar ciertas ventajas. El estudio de números y letras es esencial en estas orillas del Mediterráneo donde nació la filosofía, el monoteísmo y hasta la democracia.

Málaga, que es más fenicia que judía, ve recortada la imagen de la luna en sus aguas a la espera de que otros se animen a caminar por las plazuelas secretas de su pasado hebreo. Hablando de ello en una noche de luna, Hizapia se atrevió a preguntarme

-         ¿Profesa usted alguna religión?- cargó la cuestión en la noche.

-         No- le contesté al tiempo que mi imagen se recortaba en un soportal bajo la luz de un faro.

-         ¿Entonces no es usted francmasón?- quiso saber.

-         ¡ No. Yo soy francmarino. Y eso debería explicarlo todo de mí!

Estas olas, que transportan enigmas a las orillas donde se bañan mujeres de muslos mordisqueables, conocen el número de la bestia que quiere apartarnos de nuestro destino. Aquí hay sabiduría. El que tenga entendimiento, que calcule el número de la bestia, porque es la cifra del maligno para cualquier malagueño de bien.

                     

אנדלוסיה

 Sergio Calle Llorens

 

 

 

 


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