Cantan los
grillos su serenata de amor en la quietud del nocturno. Cantan como si no
hubiera un mañana. Cantan moviendo la colita a la espera de las hembras. Cantan
enamorados porque hay locuras más contagiosas que las infecciones. Cantan con
la esperanza de gozar una noche de jodienda. Cantan los lujuriosos grillos
porque los demás vividos acantonados.
Cantan tras haber construido un nidito de amor en el campo. Una
morada que inspeccionará la candidata a ama de su casa. Si ésta no le da el visto bueno, la
ilusión del sexo se apagará como el canto de la lechuza que cada noche se
acerca a esta parte de la costa buscando alguna pieza que echarse al pico.
Canta, como les digo, el grillo encantado
de haberse conocido, pero su gozo quedará en un pozo si la chica grillo no
acepta la casita que el macho le pone por delante. Aunque se necesita más
inteligencia para derribar un edificio que para construirlo, la hembra de esta
singular especie no tiene ningún problema en hacer añicos las paredes de la
cabaña de amor. Bastará que ella mueva
la cabeza en señal de desaprobación: ¿Y en este cuchitril quiere usted señor
grillo que yo le entregue mis encantos? Parece decir en nueve de cada diez
inspecciones oculares de los picaderos construidos por y para ella. La
conclusión es evidente: en el mundo mediterráneo los grillos deben ser buenos arquitectos si quieren follar. Tal vez los lascivos animalitos conozcan la obra de Le Corbusier titulada Modulor: Ensayo
sobre una medida armónica a escala humana aplicable a la arquitectura y la
mecánica. Después de todo, el tema arquitectónico se reduce a la
fascinación que ejerce sobre quien tiene que tomar decisiones la idea de que
debe haber medidas y proporciones mejores que otras que reduzcan la
arbitrariedad y aporten seguridad. Las
hembras grillos deben sentirse seguras en esas casitas construidas por sus
partenaires, y si éstos no han hecho los deberes, arquitectónicamente hablando,
deberán aprender que los nidos de amor se construyen con el mismo material que
ellos tienen en la cara: el hormigón armado.
Sergio Calle
Llorens
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