lunes, 23 de septiembre de 2019

LA PAISANA


El nuevo programa de RTVE se llama la Paisana porque presentarlo como La Mamarracha quedaba muy feo. Un espacio basado en el programa danés comedy on the edge. Una fórmula que en su primera edición en España tuvo un 1,6 millones de espectadores y un liderazgo en el 70 por ciento de sus emisiones. Al menos hasta que llegó Eva Hache.

 En verdad, no sé muy bien cuál es el objetivo de la cadena en esta segunda temporada de este invento televisivo, más allá que al espectador medio le entren unas ganas locas de no pisar nunca, y bajo ningún pretexto, los pueblos que van desfilando en La Paisana. También es plausible que la intención del ente público sea provocar terror en la audiencia usando la imagen de la presentadora. Una cómica sin gracia alguna a la que se le notan demasiado las ganas de agradar, pero es tan mala actriz y sus chistes son tan nefastos que nadie es capaz de mirar la pantalla más de tres minutos seguidos cuando aparece.

 Terrorífico y espeluznante son dos de los adjetivos más acertados que se me ocurren para describir  las payasadas de la susodicha. Pero si horripilante es la actuación de la señora Hache, el anuncio de la cadena pública para dar publicidad al programa no le va a la zaga: “Eva ha sido capaz de sacar su momento más tierno y emotivo. Además empatiza mucho con ellos y eso es un auténtico regalo”. No sé a ustedes, pero a mí me recuerda a los anuncios de las clínicas veterinarias en los que personas vestidas con bata blanca muestran toda su ternura con los perros aquejados de alguna dolencia.

Personalmente, creo que Eva Hache sólo luce bien haciendo de gallifante. Y no lo digo porque sea fea, que lo es, sino por inaguantable. Mi furibunda crítica al programa  también tiene mucho que ver con ser un hijo de la transición. Una época donde se hacía una televisión de mucha mayor calidad a pesar de que contaba con menos recursos. Sólo hay que echar la vista atrás y comparar El hombre y la tierra de Félix Rodríguez de la Fuente con Frank de la Jungla o, a Tip y Coll en contraposición al pésimo humor de Manu Sánchez, sin olvidarnos de la  imposibilidad de hacer un paralelismo entre La Clave de Balbín con cualquier debate político de la Sexta. No hay color, señorías. Y el nivel es tan bajo porque la audiencia es capaz de aceptar pulpo como animal de compañía. 

Quedan por determinar los efectos secundarios para aquellos que hemos tenido la desgracia de ver “La Paisana”. El programa que quería mostrar la riqueza cultural de los pequeños pueblos de esta vieja piel de toro. De momento, yo sigo sin superar el episodio en el que Eva Hache intenta soplar un instrumento de viento, y  a la mujer se le pone cara de demonio babilónico. Ni siquiera viendo la versión íntegra de “El Exorcista” he pasado tanto miedo. Por eso he decidido encender sólo la televisión cuando haya apagón. 

¿Eva Hache? Vade retro.

Sergio Calle Llorens



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