martes, 14 de abril de 2015

¡AL ASALTO!


Ver al inenarrable Manolito Chaves entrando a declarar como imputado en el Tribunal Supremo y pensar; con esa barba parece el Lute y apenas le faltan los dos picoletos agarrándole de los brazos. Su Vía Crucis personal comenzó muy de temprano y un servidor se acordaba del famoso bandolero Tempranillo. Una instantánea que recoge las tres décadas de latrocinio institucionalizado. Al aspirante a la Alcaldía de Madrid habría que meterle en la cárcel por afirmar que “los socialistas son los padres de la honradez y la dignidad” cuando, en verdad, los de la secta del capullo son hijos de grandes furcias. Por cierto, siento una gran voluptuosidad al ver esas dos palabras juntas como origen de los que nos gobiernan hoy la república bananera.
Una semana antes de que declarara el marqués de la dislexia, Griñán desmontaba la defensa socialista en el caso de los ERE afirmando, que ya es mucho afirmar, que “no había un gran plan pero sin un gran fraude”. Lo de cuatro golfos ya queda muy atrás. Sin embargo, creo que es buen momento para recordar a todos aquellos que, incluso hoy, le siguen defendiendo a capa y espada. Ese celo hagiográfico de los numerosos aduladores que ofrecen sus plumas para sus artículos. Esa prosa tejida alrededor de la Andalucía oficial coronada por una gigantesca biznaga. Periodistas, o eso dicen ser, que se dejaron comprar para crear y fortalecer el mito de lo necesidad de contar con una autonomía para el bienestar de los ciudadanos.

El resultado es un fraude sin parangón en la historia de occidente. Una región que tiene una enfermiza propensión a olvidar sus errores y a hacer que los demás carguen con la responsabilidad de sus faltas. Andalucía es mentira y, sus embustes se convierten en veracidades alimentadas por las coartadas para justificar todos los robos cometidos por La Garduña socialista.

EL credo de esta gente se parece mucho al fariseísmo que apuntalan carteras bien rellenas de billetes por la mano que mece la cuna. De esta manera tan simple se explica que la corrupción socialista sean siempre ocultada por su corte o, milagrosamente minimizada.  A todos ellos hay que recordarles que había un déficit de 100 millones de euros anuales por un sistema bien orquestado desde arriba.

Deberíamos forzar la suerte. Provocarla, hacerla salir de la espesura y asaltar el Palacio de San Telmo con todos sus ocupantes dentro.  Y es que en  la taifa del sur no hay democracia sino un simulacro. Necesitamos gavilanes en una tierra donde abundan las gallinas. De momento, me conformo, que no es poco, con comparar mis artículos escritos hace un lustro con los de los periodistas del régimen. Les juro que me estoy viniendo arriba.

Sergio Calle Llorens

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