sábado, 10 de enero de 2015

CARTA A UN IMBÉCIL

Cuando escribo que estoy en contra del islamismo radical y usted entiende que me opongo a los musulmanes, no es que yo sea islamófobo es que vos es un completo imbécil.

Cuando critico a la Junta de Andalucía por 35 años de latrocinio institucionalizado, y su excelencia me confunde con un facha, no es que yo tengo querencias por el Franquismo, es que usted quiere poco a la realidad.

Cuando defiendo a Israel por ser el dique que contiene a la barbarie y usted me califica de peligroso sionista, tan solo puede decir que no me deja jodido sino que soy alguien con sangre judía que defiende la libertad y la democracia.

Cuando escribo en catalán y a renglón seguido me acusa de ser un "polaco asqueroso" apenas puedo oponer que soy más español que toda su familia unida y que, en realidad, plasmar ideas en otra lengua española no me resta un àpice a mi nacionalidad.

Cuando ilustro mis artículos con fotos de bellas señoritas no es que sea un machista, resulta que soy el admirador numero uno de las criaturas de ese sexo tan difícil de entender. Y esa admiración no es sólo física sino espiritual.

Cuando retrato a esa casta sindical que vive de los presupuestos, y sin dar un palo al agua, no es que yo sea un explotador como suele indicarme, sino que mi cabeza explota de que existan papanatas tan lentos de pensamientos como su persona.

Cuando describo a un pueblo andaluz lerdo, acrítico y ciertamente patán, estoy haciendo eso precisamente; describir luchando por encontrar el adjetivo correcto para una población que, lejos de enfadarse con ello, aplaude con las orejas.

Entienda que soy el resultado de un paisaje, de un mar sabio y de miles de experiencias personales. Una vida rodeada de libros. Una existencia en varias lenguas. Un paseo por el mundo aplicando aquello de "vivre chaque jour comme s'il etait le derniére" que me enseñó una bella belga. Un camino en el que me he cruzado con miles de imbéciles como usted y, sabe, tendría gracia que al final pudiera entender cualquier cosa que sale de mi pluma. Escuche este secreto; no hace falta que abra la boca para que nos percatemos de su imbecilidad incurable.

Siga con salud.

Sergio Calle Llorens

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