viernes, 6 de diciembre de 2013

LAS DEUDAS

Andalucía es como un familiar de la parte paterna que me prometió un millón de carcajadas y todavía me debe 999.999. El régimen andaluz prometió cientos de miles de puestos de trabajo pero, de momento, sólo ha cumplido con los suyos. La taifa andaluza podría ser como el pariente que sólo me sacó una carcajada el día de su muerte. Y es que su hijo contaba unos chistes buenísimos. El caso es que me adeudan todos.

Algunos conocidos también me deben algunas cosillas, especialmente tras comprar mi libro “Memorias de un Prepucio Colorado” y olvidar pagar el importe. Incluso algún listo lo ha revendido a su gente y, me cuentan, ya lleva 3000 ejemplares que le han venido muy bien para su paupérrima economía. Corren tiempos duros y, algunos tienen la cara como los tiempos.

Yo también adeudo a mi editora terminar la segunda parte de mis Memorias pero, he llegado a la conclusión de que para ganar dinero, es mucho mejor escribir sobre cocina. Al fin y al cabo, a la gente le encantan los huevos fritos y no tanto la literatura. En verdad, mis experiencias no  interesan ni un pimiento, y yo no puedo ser de gran ayuda a nadie. En cambio, el arte de hacer un huevo frito es siempre muy socorrido. También podría escribir siempre de deportes con la idea fija en convertirme en gacetillero del ramo, pero con los años he ido perdiendo el interés en seguir el recorrido de las pelotitas, las del deporte, que las mías ya quedan suficientemente retratadas en mi libro.

Al margen de escribir, no hay casi nada que sepa hacer. Especialmente con las manos, al margen, claro está, de llevar a una señorita al séptimo cielo. Si tuviera que destacar alguna cualidad honrosa al margen de las palmarias, diría que mi hombro es un lugar muy calido para que gente de toda condición llore y se desahogue. Huelga decir que ninguna de esas personas con problemas tuvo jamás el detalle de preguntarme por los míos. No obstante, no están en deuda conmigo, pero como he ido desapareciendo de casi todos los sitios, no creo que vuelvan a encontrarme.

El problema de los amigos es que desaparecen al mismo ritmo que los conejos en el invierno de Noruega. Es pedir ayuda y, los muy cabrones, se pierden como los gazapos tras el manto blanco de la nieve. Eso sí, vuelven a reaparecer cuando necesitan consejo con las mujeres. Ya saben, una loción mágica para convertir una estatua femenina de piedra fría en una tigresa apasionada. En cuanto a ellas, siempre se dejan ver para que las consuele de un desengaño amoroso o un ataque de cuernos. Insisto, no tengo ni idea de esos temas, pero escucho mejor que la vieja del visillo. Como cada añada me da por ser un poco más viejo, sé que basta que introduzca un problema propio, para que el personal ponga pies en polvorosa.

En realidad no sé nada de casi nada y, mucho menos de mujeres. A día de hoy, soy incapaz de explicar como es posible que las féminas pidan la censura a un libro que se titula “Aprende a Ser Sumisa” y, al mismo tiempo, compren la trilogía de Sombras de Grey donde se convierten en perfectas sumisas de un tipo que, al margen de la pasta que tiene y de lo guaperas que parecía, era un guarro de cojones. Tampoco me ayuda a su comprensión, que una modelo noruega cuelgue unas fotos posando estupenda tras tener un hijo, y que millones de mujeres de todo el mundo la pongan verde. A pesar de todo, ellos siguen pidiendo consejo y ellas, a veces,  continúan llorando en mi hombro. No me deben nada, salvo la pérdida de un tiempo valioso que no tengo. Y como no lo tengo, voy a pasar la tarde en compañía de unas rubias muy fresquitas.

Sergio Calle Llorens

1 comentario:

  1. Me ha parecido un artículo muy divertido.Ánimo y sigue desnudándote para deleite de tus seguidores.

    ResponderEliminar