lunes, 28 de enero de 2013

ESCAPANDO DE ANDALUCÍA


Andalucía, oigo decir, es una región de dispersos, de atolondrados, de loquinarios. Y tienen razón. Aquí no hay nada que funcione razonablemente bien. Se tiende a la chapuza, a las cosas a medio hacer y a las conversaciones delirantes. Vivir en las tierras del sur es como pasar todo el invierno desnudo. No hay lugar del planeta donde se pase más frío en el interior de sus casas. La única solución al respecto, parece ser, la de colocarse varias capas de ropa tratando de emular a un oso. Animales, estos últimos, que pasan la fría estación durmiendo, mientras que el andaluz medio vive dormido ante las llamadas de alerta para que despierte de su sueño.

La taifa del sur debería ser un reloj calmado, un reloj dormido que no importunara con su tic tac a horas intempestivas. Una autonomía que es como una chimenea que no calienta, de esas que tiran de abajo arriba, o sea normalmente. Sin embargo, nada en Andalucía es normal, ni sus dirigentes, ni el pueblo que sigue encantado de vivir en la edad media sirviendo como vasallos. A veces me pregunto ¿Cuál es la relación entre esta clase de palurdos con el resto de la humanidad? Probablemente ninguna. Aquí la gente no quiere comprender, pero algún día tendrá que hacerlo; Andalucía, como ente político, no puede funcionar jamás.

Los andaluces deben aprender que no se ha de escuchar a todo el mundo, se ha de escuchar a quien conviene. Y estoy convencido que lo que conviene es matar al dragón andaluz de miles de cabezas a las que alimentar. El sistema andaluz de parasitología se basa en una atmósfera permanente de proyectismo mientras los planes prometidos nunca se ejecutan o se quedan a medias. Nuestros políticos siempre usan el futuro simple para hablar de los años venideros cuando lo suyo es el imperfecto. A veces, algún político volandero y suelto trata de convencernos de que ellos, a pesar de tres décadas gobernando, son la respuesta. Empero, no hay más que comprobar la orla jurásica de los Griñán y compañía para percatarse del engaño. Echemos una mirada circular al patio sureño; 60% de paro juvenil, la primera de todo lo malo y la última de todo lo bueno. Pero como les decía ocurren cosas sorprendentes, como la de hacer aprobar las asignaturas del bachillerato a los estudiantes retrasados. Los amantes de la travesura sarcástica dirían que el que hace la ley hace la trampa.

La Junta está sin un euro por haber gastado lo que no tenía en mamandurrías inútiles que arruinan, sistemáticamente, los fondos de los ciudadanos. Cuando pienso en ello, la tristeza moja mi paladar dejando un sabor amargo. Puede que alguna vez alguien reciba un chispazo de genialidad y diga: ¡SE ACABÓ ANDALUCÍA! Un ser capaz de liderar una huida de este ruralismo andaluz insoportable y nos conceda, al fin, la ansiada libertad como ciudadanos. Reflexionaba sobre el tema encaramado a la Sierra de las Nieves. Esas montañas mágicas malagueñas donde hallo la paz de tanto en cuanto. Fue junto a un pinsapar perfumado de setas, dentro del cual habitaba una luz trémula. La magia de la nieve silenciosa y quieta contrastaba con el azul del mediterráneo y con un cielo rojo de poniente. Allí en lo alto,  contemplando Málaga, tuve la sensación de que ese sueño puede estar más cerca de lo que algunos pensamos. 

Sergio Calle Llorens

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