lunes, 10 de octubre de 2011

BLAS DE LEZO

Nota del autor

Con motivo de la publicación del libro de Geoffrey Parker sobre la Armada Invencible, el británico ha conseguido abrir las puertas del museo naval de Madrid y con todos los honores. Sin embargo, la historia de la armada española tiene un fallo en su portada, que no es otro que la afirmación de que fue la mayor armada que vieron los tiempos. Algo que es rigurosamente falso, pues ese honor lo tiene la Royal Navy en su intento fallido de derrotar a los españoles y tomar Cartagena de Indias. Por eso, hoy he tenido a bien compartir con todos ustedes este trabajo histórico sobre aquel acontecimiento heroico protagonizado por Blas de Lezo. Aquel episodio que supuso la humillación de la mayor flota reunida jamás hasta el desembarco de Normandía; la armada invencible inglesa.


He visitado muchas veces la Abadía de Westminster donde está enterrado Edward Vernon que fue el responsable, en parte, de la derrota inglesa. Por eso, si usted lee este episodio y sintiéndose inspirado, decide escribir un libro sobre el tema. Vaya a Londres e intente presentar su trabajo en el museo de la guerra de Gran Bretaña. Verán que cara le ponen los súbditos de su majestad. Pero claro aquí en España, ha tenido que venir un ingresito de Nottingham hablar de lo que siempre hablan para unos españolitos que no es que no se hayan recuperado de aquel fracaso en las aguas del canal de la Mancha, es que todavía no han superado la victoria sobre la Invencible inglesa en Cartagena de Indias.


Blas de Lezo


El Almirante D. Blas de Lezo nació en 1689 en la localidad guipuzcoana de Pasajes. Como muchos otros hombres nacidos en las provincias vascas, de muy joven escuchó la llamada de la mar. En ella, nuestro hombre viviría episodios dramáticos y heroicos defendiendo los intereses de su rey, y de su patria. Episodios que harían de él un hombre lisiado, pero que lejos de descorazonarle, le impulsarían a continuar en el cumplimiento de sus deberes adquiridos con España. Lo que le llevaría a la muerte, como voy a narrarles en estas páginas, que espero conmuevan al lector tanto como a mi cuando realizaba las tareas de documentación sobre el personaje.


Su aventura comienza en 1701 cuando ingresa en la armada como Guardamarina. Eran tiempos difíciles del siglo XVII. Nuestra nación estaba sumida en innumerables conflictos bélicos. Este continuo reto hacía que España empleara todos sus recursos en combatir a sus enemigos. Pero volvamos a nuestro héroe, que ya iniciada la guerra de sucesión española, entró en combate tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a la armada anglo holandesa, en una batalla naval frente a las costas de Vélez Málaga. Aquí recibió su bautismo de fuego. Las dos flotas abren las hostilidades con el ánimo de calibrar fuerzas. Hay muchas bajas en ambos bandos. Entre ellas, la del guipuzcoano. Los médicos tienen que amputarle la pierna, sin anestesia. Tenía tan sólo 15 años, pero a pesar de su juventud, sorprendió a todos con una sangre fría sorprendente. Los testigos contaron como no se le oyó proferir el más mínimo lamento. La vieja España ha parido hombres de ese talante, duros y abnegados ante la adversidad, y entre ellos, los españoles vascongados han dado claro ejemplo de dicho talante. El almirante de la flota premió a D. Blas por su intrepidez y su serenidad en el combate, con el ascenso a Alférez de navío, y luego a Teniente de Navío. Por desgracia, no sería la última vez que el vasco viera su cuerpo cercenado, ya que cuando participaba en la defensa del castillo en Tolon, perdió el ojo derecho. Ya comenzaba a hablarse de la valentía del de Pasajes. Su heroísmo y gallardía combinados con una gran dosis de talento para el mando, hicieron que sus superiores se fijaran en él, para desempeñar misiones mayores. En una de estas misiones, cuando ostentaba el mando de diversos convoyes que socorrían a Felipe V en Barcelona, fue capaz de burlar la vigilancia inglesa. En una ocasión, los ingleses le rodearon con fuerzas superiores. Para salir del cerco, se las ingenió para incendiar uno de los buques que le rodeaban, rompiendo el círculo y escapando del acecho inglés.



Génova




En 1713 fue ascendido a Capitán de navío y un año más tarde lo hallamos en el segundo sitio de Barcelona, donde tras ser herido en su mano derecha, pierde la movilidad en ese miembro. En esa época, y al mando de una fragata, hizo once presas a los británicos, incluida una de las joyas y orgullos de la Armada Británica: El Stanhope. Tras la guerra de sucesión, se le ordena limpiar de piratas las costas del pacífico. Su misión es un completo éxito. En poco tiempo, los piratas son capturados y sus buques hundidos. También aprovecho el marino español para capturar doce navíos holandeses e ingleses. Parece que el destino de D. Blas era el de enfrentarse con los hijos de su graciosa majestad. Y todo con un solo ojo, una pierna, y un brazo, pero con un corazón en el que le ardía el fuego ardoroso por el combate. Sus hombres que tenían una fe ciega en él, comenzaron a llamarle Almirante Patapalo o medio hombre. Apodos que nunca fueron menoscabo de su autoridad, ya que el español podría haber optado por una jubilación por sus evidentes lastres físicos, y sin embargo, continuó en su cargo. Su presencia bastaba para que los filibusteros huyeran como alma que corre el diablo. Comenzaba a crearse su fama de invencible.

Su vida fue un continuo devenir de guerra y batallas, pero a pesar de ello, tuvo tiempo para el amor contrayendo matrimonio en el Perú en 1725. Cinco años más tarde vuelve a España, siendo ascendido a Jefe de la Escuadra naval del mediterráneo. Fue aquí, en el mare nostrum donde protagonizó un capítulo que ilustra bien a las claras, la pasta de la que estaba hecho D. Blas. El gobierno le encargó que dirija seis buques de guerra hacia Génova para exigir el pago de los 2000.0000 de pesos pertenecientes a la corona española, y retenidos por distintos avatares en el Banco de San Jorge. Un auténtico tesoro de la época. La misión era harto difícil, la mayoría no habría aceptado el encargo, pero el de Pasajes ancló sus naves frente a la ciudad italiana, y tras increpar e insultar a los genoveses, les ordena devolver el dinero a la corona. -Como podemos ver, el vasco no era precisamente un hombre diplomático- so pena de bombardear la ciudad. Las autoridades acceden a la petición española y mientras depositan los dos millones en los buques españoles, el Almirante español exige que se rinda homenaje a la bandera española desde la ciudad. Los genoveses vuelven a agachar la cabeza y acceden a cumplir los deseos de nuestro marino.


Reconquista de Orán



En 1723 y a bordo del Santiago realizó una expedición a Orán, comandando una flota muy poderosa con 30.000 hombres. La misión era reconquistar Orán, un nido de piratas que amenazaba los dominios de España. Orán fue rendida, pero Bay Hassan escapó y pudo reprimir más tropas para sitiar la ciudad de nuevo. Una vez más, Lezo puso rumbo a la plaza norteafricana con seis naves y cinco mil hombres. El pirata argelino tuvo que huir tras severa lucha. El almirante persiguió su nave capitana de sesenta cañones, que encontró refugio en la bahía de Mostaban defendida por dos castillos y cuatro mil moros. Hay que tener en cuenta el peligro que conllevaba penetrar en la bahía, una auténtica ratonera, pero nuestro héroe estaba decidido a darle caza. Los piratas argelinos abrieron fuego con su artillería sobre la flota española, éstos ignorando el peligro, entran en la bahía y a sangre fuego destruyen las defensas enemigas, y hunden la nave capitana de Bay Hassan. Las noticias de la victoria llegan a España. Las hazañas del Almirante son recompensadas por el Rey en 1734, que lo asciende a General de la Armada. Tres años después regresó a América con los navíos fuerte y conquistado, siendo nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, donde infligiría una de las más humillantes derrotas a los ingleses. Una hazaña en toda regla.


Guerra con Inglaterra



El origen de la guerra con Inglaterra tiene su explicación en la rivalidad comercial entre ambas naciones. Los ingleses habían apostado por perjudicar los intereses españoles en cualquier parte del mundo. Los comerciantes de aquel país ansiaban la conquista de nuevos mercados. Pero para poder llevar a cabo la misión, los ingleses debían acabar a toda costa con el Imperio Español en América. Pero necesitaban una excusa que justificara una guerra, donde los ingleses fueran las víctimas y los españoles los agresores. Esta llegó como agua de mayo, cuando el capitán de un guardacostas español, Juan León Fandiño, interceptó el Rebecca al mando de Robert Jenkins al que le cortó una oreja, después de lo cual, le liberó con este insolente mensaje:


“Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”


Este episodio exaltó, y de que manera, a la opinión pública inglesa que presionó al primer ministro Mr Walpole para que declarara la guerra a España. Una guerra que perderían de forma vergonzosa.


Los comerciantes de la City se frotaban las manos. La Armada inglesa acabaría con “ The Dons” en poco tiempo. En octubre, Inglaterra declara la guerra a España. Su plan consistía en tomar la ciudad donde confluían las riquezas de las colonias española: Cartagena de Indias, y de paso dominar el comercio en el Caribe. Una operación combinada con las fuerzas del comodoro Ansón y de Vernon.


La Invencible Inglesa


El oficial Vernon había intentado tomar Cartagena de Indias en varias ocasiones en el pasado. El Almirante patapalo cerró el puerto con cadenas y situó sus navíos de Guerra en bocachica para que los ingleses no pudieran entrar sin batirse con ellos, e hizo instalar en un punto en tierra en un cañón de dieciocho libras de su nave capitana, lo que provocó muchas bajas en el bando inglés, al creer los ingleses que ese flanco estaba desguarnecido. En la segunda, colocó sus naves de tal manera que el fuego español encerrará a los navíos ingleses dentro del campo de tiro largo y corto. Vernon huyo de nuevo. Pero volvió de nuevo tras saquear Portobello, y lo hacía con la mayor flota de guerra que jamás surcara los mares hasta el desembarco de Normandía. Ciento ochenta y seis barcos de guerra,con dos mil cañones. La flota española de la armada invencible sólo con 126 navíos. El Almirante Vernon contaba con 23.000 mil efectivos. Hay que destacar que el contingente contaba con los reclutas de Virginia bajo las ordenes de Lawrence Wasghinton, hermano de George.


El 13 de marzo de 1741 la imponente flota apareció por Punta Canoa. Cartagena sólo tenía 6 buques de guerra, y sus defensores no pasaban de 3000. Lord Vernon les conminó a rendirse, pero lejos de acobardarse, los españoles se prepararon para pelear hasta la última gota de su sangre. D Blas se lo dejó muy claro al almirante inglés con estas palabras:


“Hubiera yo estado en Portobello, no hubiera insultado impunemente las plazas del Rey, mi señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobello me habría sobrado para contener su cobardía”.

El español no teme al enemigo y pronto iba a demostrarlo con creces. Los nuestros casi no tenían artillería, pero las colocaron en lugares estratégicos. Estaban en minoría y sólo su determinación- la misma que les había llevado a conquistar el mundo- podría salvarles. Por su parte, Lord Vernon minusvaloró la capacidad de resistencia de los soldados españoles. Hombres decididos a morir, entre los que se encontraban:


El virrey Sebastián de Eslava, Teniente General de los Reales ejércitos, el mariscal de campo D. Melchor Navarrete, el coronel Don Carlos Des Naux, ingeniero militar. Estos junto a nuestro Almirante Patapalo organizaron la defensa bajo la dirección de Eslava.


Ataque inglés



Lord Vernon bloqueó la entrada al puerto y tras silenciar las baterías de Santiago, San Felipe y Chamba ordena desembarcar las tropas. Muy felices se las prometían los ingleses, El Almirante inglés ordena ahora un cañoneo incesante que durará 16 días contra el Castillo de San Luís de Bocachica. Aquí, resisten 500 valientes bajo las órdenes del Coronel Des Naus. Lezo responde al fuego inglés con sus navíos el África, el Galicia, el San Carlos y el San Felipe. Pero la superioridad inglesa es abrumadora a pesar de la heroica resistencia hispana, en la que Lezo y Des Naux llegan a pelear en primera línea de combate. Bocachica, muy a su pesar, tiene que ser evacuada. Lezo ordena quemar sus buques con la idea de obstruir el canal navegable de Bocachica. Desgraciadamente, el Galicia no prendió a tiempo. Esta acción sólo logro retrasar parcialmente el avance inglés. Los españoles, con dos navíos, realizan la misma maniobra en el canal de Bocagrande, pero las fuerzas de Lord Vernon, tras remolcar uno de los barcos desembarcan en las islas de Gracia y Manga. A los españoles no les queda sino resistir en la Fortaleza de San Felipe donde se habían refugiado.


Entrada en la bahía


Lord Vernon entró victorioso en la bahía con su buque almirante y sus banderas desplegadas. Le escoltaban dos fragatas y un paquebote. Cuentan que lucía sus mejores galas y que miraba con desprecio a los “dirty Spaniards”. Se sentía ganador, tanto que no dudó en despachar un coreo a Jamaica e Inglaterra con la buena nueva de la victoria. Sin embargo, no contaba con la capacidad de resistencia del enemigo, cuya defensa estaba formada por 600 hombres dispuestos a resistir a toda costa.

La batalla es durísima y muy costosa en vidas humanas. Al fin, Vernon piensa que la fruta está a punto de caer del árbol ante las sacudidas ingleses, y decide lanzar un ataque por parte de su infantería. Está convencido de que tomaran fácilmente la fortaleza, que se encuentra a estas alturas en un estado ruinoso. La noche del 19 al 20 de abril, los ingleses amparados en la oscuridad de la noche avanzan. Son tres columnas de granaderos y varias compañías de soldados, además de los macheteros
jamaicanos. Los comanda el General Woork, ansioso por tomar la fortaleza. Avanzan lentamente a causa del fuego español. Empiezan a sufrir bajas. Los invasores tienen una superioridad de cinco contra uno, por ello los defensores son conscientes de lo que se juegan. De su valor depende que la bandera que ondee en Cartagena de Indias sea la de San Andrés y no la de San Jorge. Los soldados españoles castigan con sus fusiles a los ingleses. El combate es atroz, y ambos bandos compiten en actos de heroísmo. Disparos, gritos, humo, olor a pólvora. Soldados que venden cara su piel. Unos avanzan, disparan, y los otros repelen los ataques desde sus trincheras y desde lo alto de la fortaleza. Apuntan, disparan y cargan de nuevo. Dos infanterías formidables frente a frente. Dos mundos y dos imperios frente a frente. Para quien venza la gloria, para quien pierda la humillación. Y en eso estaban, cuando los ingleses llegan a las murallas. Entonces reparan en que la longitud de sus escalas no es suficiente para saltar el foso, tampoco disponen de fajines para aproximarse a San Felipe. Los atacantes pierden la iniciativa, mientras los defensores arrecian en su fuego certero desde lo alto, causando una mortalidad espantosa entre la tropa inglesa.


Carga final y consecuencias


Al alba un espectáculo dantesco puede contemplarse desde San Felipe. Cadáveres por todas partes, heridos gritando moribundos. Una procesión de muerte y destrucción que muestra la derrota inglesa. Lejos de conmoverse, los españoles salen y cargan a bayoneta calada, matando a todo aquel que tiene la desgracia de toparse con esos hombres rudos y valientes. Han resistido durante demasiados días, y ahora están decididos a tomarse justa venganza. Los ingleses piden cuartel y los hombres de Lezo gritan al unísono España, España, España. Van acuchillando y disparando al enemigo. Los que pueden huyen despavoridos de la furia española. Cartagena de Indias se ha salvado, y con ello el imperio español puede seguir resistiendo. Por su parte, Vernon, el arrogante almirante inglés acusa al General Wentoworth- Jefe supremo de las tropas de desembarco- de la derrota. La única salida es retirarse. Mientras tanto en Inglaterra se suceden las fiestas y las celebraciones durante semanas. La algarabía y la satisfacción inundan los salones de la capital del Imperio británico. Incluso se llegan a acuñar medallas conmemorativas mostrando a Lezo arrodillado ante vernon y entregándole su espada, con la inscripción: “ El orgullo español humillado en Cartagena”. En ellas, nuestro Almirante Patapalo, aparece sorprendentemente de cuerpo entero, obviando que era un hombre lisiado. Las medallas, algunas de las cuales se conservan todavía, fueron motivo de burla durante mucho tiempo. Al monarca inglés Jorge II le había dolido especialmente la humillante derrota. No alcanzaba a comprender que la escasa milicia española pudiera resistir los 62 días que duró el cañoneo, y después rechazar el ataque de la infantería inglesa.


Cuentan que cuando la flota inglesa arribó a puerto, el estado era tan lamentable, que un silencio sepulcral les recibió mientras el pueblo llano se echaba las manos a la cabeza. Aterrados por la patética situación de su armada, se preguntaban cómo los españoles les habían derrotado de semejante manera. Qué había pasado. Pues lo cierto es que la mitad de los navíos se habían perdido, y las bajas se contaban por miles. Por si fuera poco, miles de lisiados y heridos pedían auxilio a gritos. Se fueron como héroes que iban a derrotar a España en la guerra que ha pasado a la historia como la de la oreja de Jenkins, y volvían como un ejército espectral derrotado y humillado por los españoles. Inglaterra había organizado la mayor flota de guerra jamás lanzada hasta el desembarco de Normandía, para sentir en carne propia la sensación del fracaso más absoluto. La humillación fue tal, que el Rey inglés prohibió a sus cronistas, toda publicación sobre el asalto a Cartagena de Indias, cuyo episodio bélico quedó soterrado en la historia. Ya conoce el lector que los historiadores británicos son hegemónicos en nuestra civilización, y lo que silencian, desgraciadamente no existe. De ahí que este capítulo glorioso de las armas españolas, quedase olvidado durante un largo tiempo. Pero lo cierto es que Inglaterra, tras esta humillación, no volvió a amenazar seriamente los dominios de España, y en consecuencia pudo aguantar con su imperio un siglo más


El final


Hay una frase muy recurrente que suelen usar los historiadores: La historia les juzgará. Lord Vernon no tuvo que esperar mucho tiempo para enfrentarse a tal juicio. Sus conciudadanos le dieron la espalda y murió olvidado y repudiado por todos. Es un hecho que no dejó de pensar en la derrota inglesa sufrida a manos de España en ese maldito conflicto. Dicen que le llamaban cobarde e inepto. Pues tres años más tarde volvió a intentar tomar la plaza, pero la sola presencia del Virrey Eslava en la ciudad, fue suficiente motivo disuasorio para desistir en su empeño. Su nombre es sinónimo de vergüenza para todos los británicos. Pero qué ocurrió con nuestro héroe. Desgraciadamente murió algunos meses después de la batalla. Herido y extenuado murió en un camastro de un hospital de Cartagena de Indias. Se ignora donde yacen sus restos. Tal vez, le gustaría saber que una fragata F 100 de la armada española surca los mares llevando su nombre. D Blas de Lezo y Olavarrieta, un león de mar, español y vasco de Pasajes. Su heroica acción contribuyó a cambiar la historia de todo un continente. Ahí es nada.



Sergio Calle Llorens

3 comentarios:

  1. Bueno, España adolece de una serie de fallos entre los cuales se cuentan tener un innumerable número de héroes que, supongo por ese gran número, duermen el sueño de los justos sin que los españoles de a pie, atocinados, imbecilizados e incultos, desconocen.

    España es un gran país y, en el momento en que nos empezamos a acomodar, cuando dejamos de alistarnos en el ejército por el saco y un chusco de pan, comenzamos nuestra propia decadencia. Era fácil tener a los Tercios contentos. Que no había paga, pues permiso para saquear una ciudad hereje. Que se lo digan a los habitantes de Flandes.

    Lezo fue grande y es nuestra obligación reivindicarlo una y mil veces, en nuestros blogs, en las redes sociales, no dejemos nunca que caiga en el olvido. Con sólo medio hombre, pudimos de rodillas al perro inglés.

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  2. Los ingleses hicieron hasta monedas para reivindicar la victoria que nunca llegó y su rey, humillado y dolido, prohibió que los historiadores del reino publicaran nada al respecto. En fin, eran otros tiempos. Sin embargo, me molesta y mucho que le hayan abierto las puertas del museo naval de Madrid- Nuestro museo- a ese británico para decir entre otras sandeces que si la armada española hubiera triunfado ahora la lengua mayoritaria en internet sería el español. Olvida este señor que gracias a los españoles y a un malagueño- Lee mi entrada sobre Bernardo de Gálvez- los norteamericanos ganaron su independencia.

    Saludos

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  3. Entre mis favoritos estará siempre don Blas, héroe de la Armada por muchas razones que ahora no vienen al caso, pero entre las que está mi visión (para nada particular) de la Historia.

    Desde luego lo que me une a este guipuzcoano es el pensar que a pesar de que unas élites puedan ser de lo más claramente ruinosas, siempre pueden salir especímenes de calidad supuestamente subalternos. (nihil novus sub sole)

    Pero venga mi duda. Siempre se habla de la "invencible" española, pero nunca de la británica en Cartagena de Indias, lo cual indica claramente qué nación goza de mayor unidad en sus recuerdos (quizás por no haber sufrido en dos siglos 5 ó 6 guerras civiles, claro). Al grano, siempre me ha gustado pensar que, a pesar de esto, la verdad es que la Armada inglesa era mayor que la española de 1688, por lo que estamos ante una manipulación que a ellos (tan altivos) no gusta recordar.

    Sin embargo no he encontrado noticias concluyentes hablando números, siendo siempre números parejos (30.000-25000 es lo más repetido) con ligera superiodad numérica en el desastre hispano.

    De todas formas da igual, pues los más de 50 años entre un ataque anfibio y otro dan mayor importancia al segundo por la mejoras técnicas que sólo el tiempo puede aportar. Además de contar con una exigua defensa de no más de 3000 (creo) defensores en la actual Colombia por los numerosos efectivos en mar y tierra desplegados en la Gran Bretaña en tiempos de Felipe II.

    ¿sabes tú Sergio, más en cuanto al número de contendientes entre una y otra expedición? Saludos.

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