A día de hoy, los habitantes del planeta son, en mayor o menor grado, europeos por su
manera de pensar, de vestir, por sus gustos musicales y hasta por la ideología.
Pueden ser salvajemente antieuropeos como el patético presidente de Méjico,
pero desde la ciencia, pasando por la guerra, todo, absolutamente todo lo
importante, se concibe y se escribe en idiomas europeos. Incluso la China
comunista, régimen criminal donde los haya, construye su modelo económico
basándose en las finanzas del viejo continente. Es el llamado modo mercantil.
Todo comenzó
con el descubrimiento de América que llevó a una auténtica revolución
científica. Con la conquista, los españoles fueron reuniendo una gran cantidad
de datos sobre la geografía, la flora, el clima. Y todo porque el conocimiento
es poder. Los aztecas y los incas tuvieron miles de años para subyugar a
todo un continente, pero no lo hicieron porque nunca les preocupó ir más allá.
Creo que me entienden. Fíjense como en un espacio muy corto de años, los
españoles conquistaron todo lo que esos pueblos, hoy considerados de luz por la
izquierda europea, no pudieron. Una hazaña en toda regla.
Napoleón se acompañó de una gran expedición
científica en su conquista de Egipto. De hecho, los franceses crearon una nueva ciencia: la egiptología. Los británicos hicieron lo propio
en Australia. Este fue la llave que abría la puerta tras la que se
escondía el futuro. Allí se hallaba el crédito que financiaba las expediciones
que terminaban, en algunos casos, en grandes descubrimientos que se
transformaban en colonias. Y con la confianza de los nuevos pobladores llegó
más crédito. Este fue el círculo en el que se basó el éxito europeo.
Hay que
recordar que en el siglo XVIII Asia era el motor económico del mundo, lo
que significa que tenía mucho capital para invertir. Sin embargo, ni los
chinos, ni los indios, ni los musulmanes salieron a descubrir el mundo. Por eso Filipinas
era española, pero Cornualles no era china.
También es evidente que España e Inglaterra son los dos países que más influencia han tenido en el mundo, tanto para bien como para mal. La nación española construyó además 27 universidades en el nuevo mundo- Portugal no construyó ninguna- y realizó la primera vacunación masiva de la historia con la expedición de Balmis para salvar a toda la América hispana de la viruela, incluyendo en la misión a Filipinas.
El submarino, el helicóptero, el primer traje espacial, la jeringuilla
desechable, la calculadora digital, el teleférico, la grapadora, la silla de
ruedas y hasta la fregona son inventos españoles. También es español el segundo
libro más traducido de la historia; Don Quijote. Incluso el primer ferrocarril
que inauguró España fue la línea La Habana- Güines. Valga como dato que
en el siglo XIX los españoles habían construido miles y miles de kilómetros de tren,
mientras que Persia tenía unos escasos 2500 km en 1950, un país del
tamaño de Gran Bretaña. Es necesario recordar que la arquitectura que llevaron “ los conquistadores” al Nuevo Mundo
y el modelo educativo son herederos de Roma y de Grecia. ¿Cómo se puede odiar la base de la
civilización occidental que trajo los derechos humanos, la democracia, la
ilustración y el progreso?
Los
imperios europeos crearon
nuestro mundo, incluidas las ideologías que utilizan los odiadores para
juzgarlos. Pero que lo tengan claro: si hoy tenemos vacunas contra el
coronavirus es porque se sigue aplicando el modelo del viejo mundo cuya idea es
simple pero efectiva. Se basa en esta hipótesis; si admitimos nuestra
ignorancia e invertimos recursos en la investigación, las cosas pueden mejorar.
Europa mejoró porque hizo girar las ruedas del progreso en beneficio de la
humanidad.
Este método
nuestro podría estar al alcance de todas las inteligencias, incluso de las más
primarias, pero el bobo americano seguirá llamando al hechicero para que le
resuelva todos los problemas. La culpa de todo no la tiene Europa, ni
mucho menos España, sino la ideología zafia a la que se entregan.
¡Alguien tenía que decirlo!
Sergio Calle
Llorens
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