jueves, 1 de abril de 2021

¡CARTA A UN MUERTO!

 



Eres, entre otras muchas cosas, varón, parado de larga duración, padre, heterosexual y tienes más de cincuenta castañas. Dicho de otra manera; perteneces a la cofradía de cadáveres que, por alguna extraña razón, sigue en pie. Porque entiendo cómo te sientes, he decidido publicar esta carta. Y es que no puedo pasar por alto que hayas intentado quitarte la vida. No es que tu intento de autoeliminación sea una novedad. De hecho, en España cada dos horas y media alguien se desconecta el cerebro de forma voluntaria. En total son diez criaturas al día. Pero eres un compañero de armas y tu fracaso de inmolación  me lo he tomado como algo personal.

 En este país, ya ves, hasta morirse es complicado. Y, a no ser que dos personas te vean protagonizando la escena final de Thelma Y Louise, tu suicidio hubiese sido catalogado de accidente. Una forma como otra cualquiera de demostrarnos que la clase política española no para de jodernos ni después de muertos. Es más, sostengo que no está lejos el día en el que nos obliguen a enterrarnos con el culo al aire para que los descendientes de los consejeros autonómicos aparquen sus bicicletas sostenibles.

Pero empecemos por el día de autos.  Sin duda  el intento de quitarte la vida con barbitúricos me ha quitado las ganas de saludarte, porque siendo un artista, y de los buenos, podrías haber elegido, literariamente hablando, una muerte más digna. Deberías, digo yo, haber imitado a Mariano José de Larra pegándote un tiro en el corazón.  Sí, ya sé que después del divorcio, a las mujeres no las quieres ver ni en la portada del Supertetas.  Te concedo que la escena habría resultado demasiado romántica. Pero también tenías el ejemplo de Gustavo Adolfo Bécquer que para acabar con todo se colocó en la parte descubierta de un tranvía madrileño. La pulmonía que pilló por la nevada hizo el resto. ¿Unas pastillitas? Chiquillo, peor que Rocío Carrasco. ¿Qué será lo próximo?: ¿Hacerte del Real Madrid? ¿Leer los publirreportajes de Agustín Rivera en el Confidencial? ¿Ponerte a ver Canal Sur?

Ahora voy a concentrarme en las semanas previas. El teléfono dejó de sonar tras la última humillación a manos una jovencita que no pasaba de la treintena. Esa chica tan mona con tres masters, y menos de dos dedos de frente, diciéndote a la cara que no dabas el perfil. A ti que lo has sido todo en el mundo de la ilustración. Al tipo que habla cinco idiomas y que hacía ganar dinero a todo aquel que le propusiese un negocio. De hecho, aunque tú no lo sepas, te llamábamos como aquella canción de Serie B: “el mago de las finanzas”.  

Me contaron también que la noche antes soñaste con tu madre. La mujer que se llevó el coronavirus. Ya sabes, el que sólo afectaría “a una o dos personas”. La única dama que te quiso en el mundo y a la que, por cierto, no pudiste enterrar porque las autoridades siguen sin encontrar su cadáver.  Así que decidiste tomar el Express del adiós para ver si volvías a ver su rostro en la última estación. No seré yo quien te lo reproche, pero hay formas y maneras de quitarse la vida.  Esa que nos bebimos juntos en garitos de mala reputación a ritmo de furioso rock and roll.

Podría, ya te digo, mentirte y soltar una frase muy campanuda estilo; "siempre hay luz al final del túnel". Pero ya sabes que me gusta decir que no estamos atravesando un túnel porque vivimos en un hangar profundo y oscuro del que no saldremos nunca.  Nuestro tiempo, querido amigo, pasó, y no le importamos absolutamente a nadie.  Comparto tu dolor. Lamento los últimos fracasos de tu existencia. De hecho, yo mismo no descarto buscar una forma airosa de terminar con todo. Lo que pasa es que tengo suficientes lecturas para saber que la muerte de un tipo de más de cincuenta años no les vale  a los periodistas ni para dos segundos en el telediario. ¿O Tú te imaginas a Sandra Golpe abriendo las noticias de Antena 3 con el suicidio de un españolito? Piénsalo colega, ni somos exóticos hombres que vienen de tierras lejanas, ni nos hemos cambiado de sexo, ni pertenecemos a colectivo oficialmente discriminado. Somos varones viejunos y nos odian a muerte. Si no nos gasean es porque no han encontrado todavía el encaje legal. Concedamos algo de tiempo al ministerio de Irene Montero

 Por tanto, la próxima vez que se te cruce por la muerte la idea del suicidio, llámame.  Puede que termines convenciéndome de que es momento de marcharnos juntos de este asqueroso mundo. Pero al menos puedo prometerte que lo haremos a lo grande. ¿Qué te parece asaltar a mano armada la sede de la Cerveza Victoria para, después de atar con cuerdas a todo el personal, tirarnos de cabeza a un bidón gigante de birra y morir ahogados de felicidad?

Posdata: Ya me cuentas.

¿Con pastillas? Serás gilipollas.

Sergio Calle Llorens

 

 

 

 


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