miércoles, 16 de septiembre de 2015

VÉRTIGO

Soy de los que piensa que cualquier persona que quiera dedicarse al cine solo ha de estudiar las películas de Hitchcock. Ese maestro que jamás estropeaba una escena con diálogos absurdos salvo en caso de extrema necesidad. En Vértigo, por ejemplo, la narración gira en torno a la esposa- Kim Novak- de un amigo que parece vivir una doble vida, invadida en su mitad ausente por un fantasma, una antepasada de nombre Carlota Valdés. Scottie- James Stewart- comienza a seguirla por las calles de San Francisco mostrando al espectador una urbe desconocida con sus edificios victorianos y sus iglesias de estilo neogótico.  Es un recorrido mágico en el que el detective cae rendido bajo el hechizo mágico de esa rubia sofisticada y misteriosa. Es un cuadro dentro de un cuadro en la que, San Francisco, que también murió y renació de sus cenizas, se presenta más mágica que nunca. Una narración bañada por un mar de suspense. Destacaría la cámara del cineasta solo se detiene en lugares como las Puertas del Pasado, del Golden State Park, la Misión Dolores y su cementerio. Y todo sin una palabra que desluzca una historia ciertamente compleja.  Secuencias marcadas por un ambiente de irrealidad onírica.

Como al protagonista de Vértigo, el seguimiento a la dama, en mi caso es Málaga, causa una honda repercusión en el alma, contando en silencio las emociones cambiantes que se van produciendo en nosotros.  Por un lado, nos sentimos atraídos por esa mujer, especialmente en la personalidad tenebrosa e inalcanzable y, por otro, tratamos de mantenernos fieles al compromiso contraído con un amigo para protegerla aunque parezca una locura.   Málaga, como ocurre con Madeleine, no existe o, al menos como yo la había idealizado. Esa señora que, lejos de ser inocente, es parte de una conspiración criminal. Scottie sufre ese “amour fou” cuyo seguimiento de un misterio le trae inexplicables consecuencias. Por eso, el final inevitable  es que Madeleine termine arrojándose al vacío desde esa torre del campanario. Luego vuelve de la muerte, como le pasó a la capital de la Costa del Sol al unirse a Andalucía, bajo otro nombre y otra apariencia pero, como todos saben, el destino es inaplazable.  En verdad, resulta imposible ser el Pigmalión de unas muchachas que no quieren ser salvadas de nada.  Madeleine muere como una vulgar Judy y, Málaga perece como una ramera andaluza a la que no le importa ni que la continuación de las líneas de metro vaya a ser concluido en 2020, ni que se vaya a construir un nuevo hospital en la provincia antes del 2025.  Al final, todo es un macabro sueño por el que hemos sufrido sin necesidad. Y es que no hay nada peor que haber perdido a una mujer de la que estabas enamorado y que nunca existió. Tengo vértigo, mucho vértigo.


Sergio Calle Llorens

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