sábado, 15 de noviembre de 2014

CUSTER


Llegaron a afirmar que el Séptimo de Caballería había sido vencido por los indios porque Toro Sentado había estado aprendido en West Point las tácticas de guerra del mismísimo Napoleón. Cualquier caso antes de aceptar que "una pandilla de salvajes" había destrozado la flor y nata de su ejército. Desde entonces se ha escrito mucho sobre aquella última gran batalla que ganaron los nativos americanos. No fueron pocos que culparon al mismísimo Custer antes de que Hollywood lo convirtiera en un martir americano que se sacificó por el bien de la nación. Hoy, en cambio, Custer es atacado desde todos los frentes. La pregunta es obligada; ¿héroe o villano? Puede que fuera ambas cosas.
Custer fue un hombre de su tiempo y, en su contexto histórico hay que entenderlo. Fue ciertamente racista, como la gran mayoría de los hombres blancos de su época. Arrogante y con una grandísima personalidad. Era la clase de tipo que nunca pasaba desaercibido. Le odiaban o le amaban. Nunca dejaba nada a medias. Fue el peor estudiante en West Point. Luego demostró que era temarario en el combate como muy bien recuerdan la mejor caballería de la época; la sudista a la que derrotó en la batalla más importante de la guerra civil americana; Gettysburg. Su talento militar no pasó desapercibido para sus superiores que lo ascendieron. También se distinguió en la batalla de Cedar Creek en la que derrotó a las tropas de Early. Terminada la guerra, otro conflicto haría brillar a George Custer Amstrong; las guerras indias.

Fue nombrado Teniente Coronel del recién creado Séptimo de Caballería con puesto en Fort Riley. El problema que comenzó a tener nuestro personaje fue el tipo de guerra al que se enfrentaba. Los indios atacaban y huían. Nunca luchaban a campo abierto como hacía el hombre blanco. Aquello produjo muchos dolores de cabeza a Custer. Y creo que ahí es donde comienza a perderse la batalla de Little Big Horn. Durante la campaña de Hancock abandonó su puesto para reunirse con su amada esposa de la que estaba completamente enamorado; Libby Bacon. Aquella acción le costó un consejo de guerra y una suspensión de un año. Algunos de sus subordinados nunca se lo perdonaron.

El objetivo del gobierno norteamericano era encerrar a los indios en reservas. De ahí que cuando Custer pudo matar a cientos de indios, incluídos mujeres y niños, en la batalla del río Waschita contra los indios Cheyenne, los mandos pensaban que contaban con el hombre ideal para llevar a cabo ese tipo de guerra sucia.  Luego vino el descubrimiento de oro en Black Hills y la consiguiente fiebre para conseguir el ansiado metal. El Presidente Grant ofreció comprarle las tierras sagradas a los indios. Éstos rechazaron la oferta y decidieron dar batalla. Grant dio un ultimátum para que entraran en las reservas, lo que era más un brindis de cara a la galería pues ni los indios recibieron nunca el aviso, ni tenían el mismo concepto del tiempo que los hombres blancos. Y allí que fue Custer en busca de su destino. Él que había sido nuevamente suspendido por criticar al hermano del presdiente, caminó por la gloriosa avenida de la leyenda. Y todo gracias a que Sheridam quiso contar con él, una vez más.
 
En mayor de 1876, la columna de Terry comenzó su aventura. La vanguardia la ocupaba el séptimo de Caballería. A Custer le acompañaban sus dos hermanos, su cuñado y un sobrino. El 21 de junio Custer solicitó adelantarse al encuentro de los indios. Le dieron el consentimiento a la vez que le ofrecían dos ametralladoras Garling y refuerzos. Ambos ofrecimientos fueron rechazados por Custer. Las órdenes del Teniente Coronel eran llegar a Little Big Horn y esperar a Terry para lo que tenía que cruzar por el río Rosebud. Y no lo hizo, probablemente porque despreciaba a los indios y pensaba que no eran luchadores tan buenos como sus soldados. Además llevaba años luchando y no había conseguido la estabilidad financiera que tanto su esposa y él ansiaban. Necesitaba esa victoria que lo catapultase, de nuevo, a lo más alto. Eso explica que cubriera ciento diez kilómetros en sólo dos jornadas. Los hombres estaban agotados pero "Cabellos Largos" ordenó en la madrugada del 25 de junio una nueva cabalgada. La misión se había cumplido y había tiempo de sobra de esperar a los refuerzos. Sin embargo, Custer tenía miedo de que los nativos que estaban acampados cerca escaparan. Allí estaba Toro Sentado cuya visión de una gran batalla en la que ganaban los indios dio una gran moral a su gente. También estaba Caballo Loco que sería decisivo en la batalla a la que acompañaron a los indios Lakota, mal llamado sioux porque significa enemigos. Cuando los exploradores Crow de Custer le informaron de que había un gran poblado indio a 25 kilómetros, no lo dudó iniciando los preparativos para lanzar un ataque a gran escala.
Dividió a sus tropas de la siguiente manera; el mayor Reno se llevó tres escuadrones quien debía cruzar el río por el sur. Otros tres escuadrones fueron puestos al mando del Capitán W. Benteen con el propósito de combatir a los indios en el blanco izquierdo. Por su parte el capitán MacDougall tomó un escuadrón para defender las provisiones. Custer lanzaría un ataque por el norte con sus cinco escuadrones. Es interesante hacer ver como dividió a su ejército para quedarse con aquellos que lo idolatraban, alejando a su vez a Benteen y Reno que sentían gran desprecio por él. El Primero porque siempre desconfió de él. El segundo porque envidiaba su popularidad y aspiraba a su puesto.

Empero Reno que, dicho sea de paso, le daba al whiskey de forma compulsiva, atacó de una forma rocambolesca. Primero no esperó a que Custer encontrara un lugar para cruzar el río. Segundo porque no entró al galope sino que hizo desmontar a sus hombres y luego, viendo como los Lakotas respondían al fuego con fuego, salió huyendo no sin antes presenciar como le volaban la cabeza a uno de los suyos. Le perseguían 1500 jinetes indios enfervorizados de cólera. Caían como moscas pero Caballo Loco desistió de seguir persiguiéndolos pues quería acometer al grupo de Custer que en ese momento estaba buscando la forma de pasar y acometer el campamento. Cuando lo hizo, ya era demasiado tarde. Su carga fue rechazada y tuvo que ordenar el repliegue. Una retirada ordenada en principio que se convirtió en desbandada. Una alocada carrera hacia las colinas. Caballo Loco intuyó el movimiento y rodeó con 3000 guerreros a los aterrorizados soldados de Custer. Intentó comunicar su desesperada situación a Benteen pero eligió a un corneta italiano que apenas chapurreaba el inglés.

La batalla que también se conoció como Custer`s last stand. Los nativos eran más e incluso disponían de rifles que disparaban más veces. Muchos de los soldados huyeron. Otros se suicidaron para no caer en las manos de los indios. La historia dice que Custer fue uno de los últimos en caer. Otras fuentes afirman que murió uno de los primeros. Reno y Benteen pensaron que Custer los había dejado tirados. Cuando por fin descubrieron la verdad, se quedaron sin habla. Muertos, todos estaban muertos y mutilados con la excepción de Custer cuyo cuerpo estaba desnudo. Dos mujeres Cheyennes le perforaron los tímpanos para que escuchara mejor las voces de los espíritus en el más allá. En su chaqueta encontraron las bragas de su mujer, prenda que siempre le acompañaba cuando estaba lejos de ella.
La noticia de la derrota de Custer sobrecogió al país en el cien aniversario de su nacimiento. Nadie daba crédito. Sheridam, posteriormente, declaró que de haber vivido, Custer habría terminado en un nuevo consejo de guerra. Tal vez el último. Personalmente soy de los que creo que los errores de “Cabellos Largos” fueron flagrantes. Sin embargo, fue mucho más fácil echar la culpa de todo a aquellos que no habían sobrevidido y no podían defenderse de las acusaciones. Sea como fuere, lo cierto es que Custer sólo contó con la figura de su mujer para vindicar su legado como militar. A esa tarea dedicó el resto de su vida. Puede que la historia lo absuelva algún día de haber llevado a la muerte a sus cinco escuadrones en aquella verde pradera de Montana el 25 de junio de 1876; 408 bajas frente a los 150 muertos y 90 heridos de la confederación de indios Lakota y Cheyenes. Cuenta la historia que junto a su cuerpo se encontraron los de su hermano Tom, Capitán de artillería, y Boston, civil, así como el de su sobrino Autie Reed. En otro punto del escenario se hallaba el cadáver de su cuñado, el Teniente Callhoun. Una victoria brutal pero inútil para los indios. Hoy es un buen día para recordar la bravura de los dos bandos. Y mientras lo hacemos, podemos imaginarles cabalgando mientras cantan aquella vieja canción irlandesa ", Gary Owen" que hace alusión a una pequeña ciudad irlandesa junto a Limerick, y que Custer hacía cantar a los suyos a todas horas. Cabalgaban directamente hacia la muerte, que no es defintiva, cuando se alcanza la legendaria inmortalidad.

Sergio Calle Llorens

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