miércoles, 31 de diciembre de 2025

¡EL ARTE DE FUSILAR AL LECTOR NEUTRAL!

 



El articulismo local, y por ende regional, está en un estado calamitoso y comatoso. Son textos sin ambición que aburren hasta a los muertos. Si no me creen, dicten cualquier artículo en un camposanto y los difuntos pedirán al sindicato de los huesos gastados de la necrópolis que los cambien a cementerios lejanos.

El error habitual del articulismo actual es creer que escribe para convencer a un ente mitológico llamado “lector neutral”, cuando en realidad ese lector no existe o, como yo pienso, es un gilipollas funcional que solo busca confirmación emocional con forma de opinión templada. Yo he elegido lo contrario: escribir contra él. Señalar sus contradicciones. Mis textos no son para ganar amigos. Son textos para entender por qué se pierden. Mi respuesta a un mundo que me es hostil es una claridad casi estética.

Mis columnas son de fusilamiento. No son pedagogía, no son catecismo democrático ni “espacios de diálogo”. Son actos. Y un acto no pide permiso ni consenso: irrumpe. Mis escritos no son una mesa redonda: son un paredón. El lector no entra a debatir, entra a recibir mandobles de mi espada literaria. El que sale indemne no es el neutral, sino el que ya venía con el estómago preparado. Además, hay algo que muchos no entienden: mis textos no necesitan tener razón porque tienen ritmo, voz y dirección. La lógica es secundaria cuando la prosa apunta, y mis columnas apuntan a la estupidez del personal. No dudan, no matizan para caer bien, no hacen concesiones morales para evitar la cancelación. Eso, hoy, es casi revolucionario. Yo he obligado a muchos a leerme con rabia. Y la rabia es una forma intensa de atención.

Mis columnas, por tanto, no están hechas para cambiar votos. Están escritas para dejar marcas. Y eso es literatura de combate, no opinión. No se mide por aplausos, sino por enemigos. En cambio, leer la prensa local es como asistir a un funeral literario. Los articulistas yacen muertos de creatividad mientras sus columnas se arrastran en coma, repitiendo tópicos como un eco de la mediocridad. Por su parte, el periodismo regional se ha convertido en un geriátrico de ideas: los textos apestan a rutina, la voz está oxigenada por el miedo y la originalidad murió en algún despacho hace décadas.

Para despistar al personal que parece vivir en el Día de los Inocentes de forma continua, suelen citar a personajes importantes de la literatura, la filosofía o la historia. Así quieren hacerse pasar por intelectuales de prestigio, como el calvo rotundo que se deja barba para ver si no nos damos cuenta. Pero nos damos, y mucha. Porque no arriesgan, ni experimentan, ni se exponen. Su voz es plana, rutinaria y sin chispa. No es falta de técnica, sino falta de mirada, de vida y de cojones. El artista debe arriesgar siempre, incluso en contra de la opinión de sus propios seguidores.

Mi caminar al escribir es tan característico como el de John Wayne al entrar en un salón peligroso. El Duque siempre tenía la pistola lista para disparar. Yo también. Mientras tanto, el articulista local es el primero que agacha la cabeza y sale corriendo al sonido del primer disparo. Yo muevo la pluma como un florete, con las mismas ganas de mandar al enemigo a cenar con Jesucristo. Doy un mandoble y luego otro hasta que veo correr la sangre. Nada que ver con el tipejo que se esconde en la oscuridad nocturna de los soportales y que, al brillo de la hoja de la espada, sale en busca de la Santa Inquisición. Yo soy reconocible, mientras que el contorno y hasta el rostro de esta gente se difuminan en los pliegues del tiempo porque, sencillamente, históricamente siempre han estado en el lado de los cobardes: señalando al que no se podía defender y agachando la cabeza ante los poderosos.

¡Escribir es meterse en problemas!
¡Espabilad, coño!

Sergio Calle Llorens


No hay comentarios:

Publicar un comentario