La
diferencia entre Messi y Cristiano Ronaldo era que los entrevistadores
le decían al argentino que era el mejor de todos los tiempos, mientras que el
portugués les decía a los entrevistadores que él era el mejor de todos los
tiempos. Con el marido de Begoña Gómez pasa lo mismo. Pedro Sánchez,
que tiene a media familia imputada, les dice a los entrevistadores que su
gobierno es el más progresista de la historia —aquí no incluyo a los del Grupo
Prisa por ser los succionadores oficiales del miembro presidencial—, cuando
una gran mayoría de españoles ve en él un inmenso saco de mierda en el lodazal
de la corrupción socialista.
Como ven, a
veces la elección es fácil. Otras, en cambio, no tanto: tortilla de patatas sin
cebolla o con ella; emborracharte con tus colegas de toda la vida, aun sabiendo
que vas a estar para el arrastre al día siguiente, o quedarte en casa viendo
una serie en Netflix. Incluso hay gente que quiere que nos decantemos
por el carísimo programa de La Revuelta o por El Hormiguero,
que es como pedirnos que votemos por Falete o por los infumables Romeros de la
Puebla para representarnos en Eurovisión. No tiene sentido alguno. Lo mismo
pasa con ponerse del lado del fiscal general del Estado o del novio de Ayuso.
Después de todo, es posible que ambos sean culpables. También podría ser que el
acusado de delito fiscal fuese declarado inocente de fraude, como le ocurrió al
actual entrenador del Real Madrid. Incluso García Ortiz podría
ser percibido como un ser de luz que nunca ha roto un plato.
Además, esto
es una guerra entre dos facciones y los ciudadanos no tenemos nada que ver con
sus cuitas. Por otra parte, las elecciones son siempre complicadas y, a tenor
del aumento del número de divorcios en el viejo reino de España, no creo
que estemos para sacar mucho pecho. Y hablando de pechos, mi amigo José diría
que, ante la duda, la más tetuda; pero como esto no va de domingas, sino de
hechos que se analizan muchas veces con el color político de cada cual.
Mi legendaria modestia me impide destacar las veces que he acertado en mis elecciones vitales. Sin embargo, podría subrayar algunos éxitos notables en ese sentido: cualquier cerveza por encima de la Cruzcampo; el rock and roll ante la patética música actual; la literatura por encima de cualquier pr ograma de televisión; o no saludar a aquellos idiotas que siguen usando el término Latinoamérica. Dicho de otro modo, pertenezco a una minoría cuyas elecciones se basan en bibliotecas y en las certezas que arrastran las olas mediterráneas. Después de todo, la democracia es un abuso de la estadística.
Sergio
Calle Llorens
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