España no gana para sustos ni para chistes
involuntarios. Cuando creíamos haberlo visto todo —tesis “copypaste”, ministros
que no se enteran de nada y una oposición que vive
permanentemente en modo siesta—, llega el escándalo de los “cuñados de
Estado”. Sí, porque según los medios españoles, el hermano del presidente Pedro
Sánchez residía en la Moncloa como si fuese una comuna hippie deluxe,
mientras aparecía empadronado en Portugal para ahorrarse unos eurillos de
impuestos. Una especie de “residencia en B”, versión presidencial.
Pero la cosa
no acaba ahí. La Moncloa, que debería ser el templo de la política,
resultó también ser una especie de clínica ginecológica privada de alto
standing. El escándalo más jugoso llega con el coche medicalizado de
Presidencia, puesto a disposición de la cuñada japonesa para sus
revisiones íntimas. A ver, que no estamos hablando de una ITV ni de un control
de alcoholemia, sino de un seguimiento ginecológico de lo más personal. Todo un
lujo sanitario pagado por los españoles, que ya ni sueñan con que su centro de
salud les coja el teléfono.
Y aquí llega
el momento estelar: ¿cómo bautizar semejante vehículo oficial? El ingenio
popular no tiene límites, y ya trabaja a toda velocidad en la fábrica del
humor. Estos son algunos de los nombres propuestos:
- El Coñimoto: rápido, discreto, con asiento
calefactable y revisión incluida.
- El Yoni-San: con ese toque internacional y
culto, para que suene a innovación japonesa.
- El Chochimura: ideal para viajes oficiales
con paradas en clínicas privadas.
- El Vulvagen Oficial: versión híbrida, entre lo
íntimo y lo institucional.
- El Clítoris Express: pensado para llegar puntual a
cualquier consulta delicada.
- El Moncloa Gine-Van: fusión entre furgón oficial y
sala de exploración móvil.
Lo
importante es entender que el humor no va contra la mujer japonesa, que
bastante tendrá con soportar este sainete, sino contra el bochornoso abuso
de poder que convierte lo íntimo en grotesco y lo público en cachondeo.
La estampa
encaja perfectamente con el álbum familiar: una primera dama cuya familia
gestionaba saunas y clubes de alterne, un presidente que reparte favores
con coche oficial, y ahora la aparición estelar de un “servicio ginecológico de
urgencia” a domicilio. La Moncloa, más que un complejo presidencial, parece el
spin-off patrio de Aquí no hay quien viva: “Unos viven en Portugal,
otros en el Palacio, y todos a cuenta del contribuyente”.
La moraleja
es clara: cuando los líderes convierten el poder en cortijo, las instituciones
se degradan hasta el esperpento. Valle-Inclán estaría sacando la pluma para
retratar este sainete moderno, pero como él ya no está, aquí seguimos los
humoristas de guardia, rebautizando lo sagrado con motes profanos. Porque
al final, lo único que nos queda a los españoles, cuando vemos que el dinero
público se usa para fines tan íntimos, es reírnos para no llorar.
Y mientras
tanto, el país espera: ¿habrá próximamente un coche oficial para podólogo,
masajes prostáticos o depilación láser de los allegados? El abanico de
posibilidades es tan amplio como el ingenio popular para bautizarlas.
Sergio Calle
Llorens
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