En un mundo
que busca respuestas, lo más pertinente, pienso yo, es hacernos las preguntas
pertinentes. He aquí algunas de ellas: ¿imagina alguien a Winston Churchill
poniéndole una alfombra roja a Adolf Hitler mientras le aplaude tras la
invasión de Polonia? ¿Visualiza alguien una invitación a Pedro
Sánchez a un congreso de mentes brillantes? ¿Por qué nadie quiere a los
palestinos en el mundo árabe? ¿Acabará algún día la corrupción en España?
Es
evidente que Trump es la prueba de la decadencia de los Estados Unidos de
América. De un
presidente gagá como Biden, los norteamericanos han pasado a un
analfabeto funcional que negocia al estilo de la mafia de Chicago. Con una
metralleta en la mano siempre es más fácil. Es la ley del primo de Zumosol que
no se atreve con otro que puede usar un arma igual de larga. Make America
great again, decían los lerdos. Pues va a ser que no. La traición
definitiva de Donald a Europa —que no para de traicionar sus principios
cada día— es el último clavo en el ataúd continental de la defensa común.
Es diáfano
que no hay nadie en el mundo que confíe en el presidente español. De hecho, un
95 por ciento de los españoles no le compraría al del PSOE un coche de
segunda mano. Y con ese dato está dicho todo. Dejemos al tío Abundio con sus
locuras de verano.
Es indudable
que los palestinos son un pueblo que ha causado estragos en cualquier lugar al
que llegan. De ahí que ni Egipto ni Jordania ni nadie con dos dedos de
frente quiera abrirles sus fronteras.
Es
incuestionable que, mientras el personal conciba la política española como un
partido de fútbol, la corrupción va a seguir señoreando nuestras vidas. Al
final no se trata de lo que se haga, sino de quién lo haga. Nunca ven penalti
claro en contra de su equipo —perdón, de su partido político— y el amado líder
es un ser de luz intachable. El fanático será siempre un fanático.
A resultas
de todo esto, se puede decir que no es la verdad lo que viaja por el mundo,
sino la opinión. Y como la mayoría no lee, yo escribo para remover conciencias,
usted se ofende y el mundo sigue adelante, pero no avanza.
Sergio Calle Llorens
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