Cuando se alargan las sombras y llega la noche
los okupas se adueñan de las terminales buscando seguridad. El tema está generando
gran debate en la política española. Empero, en una sociedad que busca
respuestas, lo ideal es hacerse las preguntas pertinentes. Especialmente entre
los desnortados que siguen hablando del televoto del cochambroso Festival de Eurovisión.
Que Israel estuviese a punto de ganar el certamen ha provocado más rabia
en algunos sectores que el tema de que algunos no puedan pagarse- ni con un
sueldo- una mísera habitación en las grandes ciudades. Entonces las preguntas
son las siguientes: ¿Cómo es posible que cualquier inmigrante que llega a España
sin recursos tenga dinero de bolsillo, habitación- algunas en hoteles de cuatro
estrellas- comida, educadora social, abogada, psicóloga, monitora y hasta educadores,
mientras los españoles malviven entre vuelos comerciales? ¿Cómo hemos
llegado a esto? En verdad, no es posible entender que los españoles tengamos
que arreglar las miserias y los fracasos del resto del mundo sin atender las
necesidades de nuestros compatriotas. ¿A quién se le ha ocurrido semejante
barbaridad? ¿Por qué tenemos que financiar con nuestros impuestos a todos
los colectivos marginados mientras nuestros paisanos pasan estas penalidades? Sí,
ya sé que el patán de turno me dirá que entre los okupas de los aeropuertos
también hay inmigrantes, pero esos fueron traídos aquí por los nuevos negreros
del siglo XXI. Y ellos deberían hacerse cargo de la factura.
Evidentemente estamos ante un gran fracaso
colectivo que bebe de las aguas infectadas por el buenismo. Una doctrina regada
de papanatismo patrio que permite que un tipo que ha cotizado veinticinco años
se vea relegado a ser ciudadano de tercera categoría por el país que contribuyó
a levantar con tanto esfuerzo.
Ante esta
vil situación no llegó a comprender que a nadie se le caiga la cara de
vergüenza. Ante esta
ignominia apenas queda la resignación y el apoyo a los partidos a los que
llaman ultras. Ya ha ocurrido en Portugal y en otros países de nuestro entorno.
La gente está harta y sólo hace falta echar la vista atrás para recordar que en
un tiempo no demasiado lejano la clase media española, y el que lo niegue es un
besugo, tenía vivienda propia y una casa para las vacaciones. Y ahora, ni un
sueldo les da a algunos para vivir bajo techo. Lo digo de otro modo; o esto
empieza a arreglarse o muchos van a entender que no van a seguir viviendo, y a
costa de los demás, en modo avión.
¡Vienen
curvas!
Sergio Calle Llorens
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