Karla
Sofía Gascón es un cagón. Me da igual en la forma en la que este personaje se perciba. Porque se
puede cambiar de opinión tras un largo período de reflexión, pero nunca porque
los cobardes, que son una inmensa mayoría, le hayan montado una inmensa campaña
de desprestigio por unos mensajes que escribió hace años en Twitter.
Karla
debería haber aguantado el chaparrón tras explicar que el islam es una religión que
abrazan millones de personas de todas las razas- si es que hay algo más allá de
la raza humana- y, por tanto, no se puede ser racista basándose en una crítica
a ese credo. Ella pensaba, y
probablemente todavía piensa, que el islam es incompatible con la democracia
occidental. Yo también soy de la misma opinión y, equivocado o no, no soy mejor
o peor persona por ello. Tampoco mis ideas políticas me hacen ser un excelso
escritor o un vulgar plumilla. Lovercraft era un grandísimo racista,
misógino y misántropo, pero, insisto, eso no le resta ni un ápice de su calidad
literaria a sus textos.
Dicen en inglés aquello de don´t meet your heroes,
porque básicamente podríamos llevarnos un tremendo chasco al conocer a nuestros
artistas favoritos. Cómo explicar, como cantaba Enrique Urquijo, que me
vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario.
Es la obra y no la vida del autor lo que el gran público debe juzgar. Nada más. De hecho, si seguimos en esa línea
de corrección política, a mi admirado Don Francisco de Quevedo le quedan
dos telediarios en los planes de estudios. Si es que los hijos de puta que dirigen
el futuro educativo no le han organizado ya un aquelarre para quemar su imagen in
absentia.
Karla
debería haberse metido con los cristianos, con los blancos o con los heterosexuales y nadie, absolutamente nadie, habría
iniciado una campaña en su contra que le podría costar la carrera. Se tiene que
estar tirando de los pelos. Así que es justo salir en su defensa. Por ello, quiero
recordarles a todos los que la atacan que hubo una escritora que dijo que las
monjas violadas por los milicianos en la guerra civil española sentirían un gran
placer y que, no contenta con esta barbaridad, nos regaló otra perla afirmando que
cada mañana fusilaría a dos o tres personas. Pues bien, esa mujer tiene hoy una
estación en Madrid con su nombre. ¿Juzgó alguien sus novelas por estos mensajes?
¿La condenó alguien? ¿Tendríamos que haber retirado sus libros de la
biblioteca? No, por supuesto que no. Así que deja que el tiempo ponga a cada uno en
su sitio.
Pero llegado
a este punto, una pregunta inquietante surge como esa niebla vespertina que
arriba del mar; ¿Karla Sofía Gascón fue nominada por su condición de actriz
transgénero o por la calidad de su interpretación en la película nominada a los
Oscars? Espero que la boira mencionada no les impida ver la respuesta que
tienen delante de sus ojos. Porque Emilia Pérez es un bodrio, su director
un soplagaitas y la actuación de Karla Sofía Gascón juega en la misma
liga que el nefasto Dan Rovira en cada uno de sus papeles dramáticos.
¡Querida Karla,
hay peores cosas que te cancelen o que no te inviten a la gala de los Goyas;
estar rodeado de gilipollas!
Sergio Calle
Llorens
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