miércoles, 29 de enero de 2025

¡EL CLUB MARROQUÍ!

 



Un club marroquí anuncia una fiesta en Torremolinos con un cartel en el que se prohíbe la entrada a los homosexuales. El hecho provoca protestas de indignación. Es una ola que recorre toda la nación para poner a todo el mundo de acuerdo. Hasta el presidente de la taifa del sur, ¿Juanma cuándo vas a llevar el metro al parque tecnológico de Málaga como prometiste?, afirma que los únicos que sobran son ellos, los moros, se entiende. Y se entiende por dos razones fundamentales. La primera porque la constitución española prohíbe la discriminación sexual de cualquier criatura. Y eso incluye, naturalmente, no dejar pasar al club al sarasa del reyezuelo de Marruecos. La segunda, porque Torremolinos es un rincón de la región malagueña donde los clubes gays estaban tolerados hasta en los tiempos de Franco. Cosas de “la primera en el peligro de la libertad”.  En otras palabras, que todos coincidimos. Empero, hay matices significativos que nos separan.  Porque los que nos podemos indignar somos los que hemos alertado durante años sobre el peligro de importar a gente que se rige por la ley de Mahoma. Ellos, que se hacen las ofendiditas ahora tras constatar lo obvio, deben pedirnos perdón por dejar que entre gentuza como los del club Fátima.

 Lean con atención; si importas a gente con mentalidad del medievo tienes a Marruecos en el horizonte y eso significa nuestro ocaso. No hay más. Pero más allá de las declaraciones de cada cual, lo que hay que hacer es comenzar con las deportaciones de personas que entraron en nuestro país de manera ilegal. Y no sólo eso, hay que empezar a diseñar una ley de extranjería que castigue a cualquier individuo que entre ilegalmente en territorio nacional. Unos treinta años en los que no podrán optar a la residencia en España. Mi casa, mis normas.  Ellos o nosotros. Democracia occidental o invierno árabe. Europa o el Magreb. Occidente o África.  Nuestro paraíso español o el mugriento reino de Mohamed VI.

Sergio Calle Llorens


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