Siempre digo
que no puedo, ni vengo a inventar el fuego, pero puedo calentarme con él. Y lo
consigo, aunque parezca mentira, con las sombras del crepúsculo y las luces parpadeantes que se van encendiendo cada noche en la bahía. Mi única
aspiración es andar por la vida sin pisar la cárcel. Sí, ya sé que mirar la
mar como hombre libre puede resultar un premio de consolación, pero para un mediterráneo
lo es todo: la voluptuosidad de la luz, la lluvia alcanzando la orilla y el
cimbrear de los pinos acunan mi sueño. Mi intención es, naturalmente, vivir
alejado del mundanal ruido al tiempo que disfruto de las delicias culinarias locales.
Esta noche, sin ir más lejos, degusto unos caracoles producidos por la empresa
Axarcol de Benagalbón que acompaño con una cerveza artesanal que se
llama Murex. Una obra maestra hecha en Vélez Málaga. Y entre la fascinación que me producen los
manjares de mi país, veo que se enciende una lucecita en mi móvil que me avisa
de la última polémica: el premio Planeta.
Al parecer, muchas feministas andan alborotadas porque tres autores han ganado el premio
más suculento de las letras hispanas, usando un seudónimo
de mujer. Lo que nos viene a confirmar que escribir con nombre de señora, lejos
de presentar inconveniente alguno, supone muchas ventajas. Y Mary Shelley
llora en el cielo porque no se premia el talento sino el himeneo. También es
posible que la obra ganadora del Planeta sea una maravilla, pero a nadie
se le escapa la estratagema del grupo ganador para que les hicieran caso entre tanta candidata.
Nada despierta
más la rabia del emperador que la revelación de su desnudez. Y estos premios
van en pelotas como, por cierto, las publicaciones del centro andaluz de las
letras. Un chiringuito en el que mujeres publican a otras mujeres por el simple hecho de serlo. No debe
sorprendernos, pues, ni el poco éxito que tienen, ni lo poco que tienen que
contarnos. Pero en este mundo todo tiene su contrapeso. Y en esta ocasión la
historia de Carmen Mola es la igualación perfecta al rostro de cemento armado de muchas escritoras. Y con la birra, el salchichón, los caracoles y esta historia
impagable, he estado a punto de atragantarme.
Sergio Calle
Llorens
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