miércoles, 18 de agosto de 2021

¡WINSTON Y LA BEBIDA!

 


Winston Churchill empinaba el codo más de lo razonable. Bebía champán, brandy y scotch tanto en el almuerzo como en la cena.  Ni siquiera en aquellos años oscuros en los que Gran Bretaña se enfrentaba en solitario a la maquinaria de guerra nazi, el premier británico renunció a la bebida. Incluso llegó a declarar que le parecía una tontería dejar el alcohol sólo porque el rey, Jorge V había renunciado a los licores.  Después de todo, cada uno se suicida como quiere. 

El terrible hombre del ridículo bigote, también conocido como Adolfo, era completamente abstemio.  El resultado es que el inglés ganó la guerra con ayuda de la bebida- también de los Estados Unidos-  y el tonto de Hitler perdió. Creo que esta anécdota histórica nos debería hacer reflexionar sobre la idoneidad de la abstinencia. De hecho, yo he conocido borrachos que aportaban soluciones a cada problema, y a monstruos cuyos labios jamás saborearon una gota de vino.  A mí me gusta mucho beber alcohol. Tomar un vermut malagueño en la Odisea. Degustar una rubia contemplando la bahía malagueña. Recrearme la vista mientras disfruto de un mojito en el barrio marinero de Pedregalejo. La canción báquica de Espronceda es el himno perfecto y la bandera libertaria toma la forma del logo de la Cerveza Victoria. Beber es un arte que necesita dedicación exclusiva como nos advertía Manuel Alcántara.

El mundo necesita a más tipos como Churchill y a menos personas como Chamberlain. Hombres que beben lo que haga falta para que los efluvios del alcohol les guíen por el peligroso desfiladero de la vida. Especialmente en esta sociedad dominada por idiotas que organizan chochocharlas y talleres feministas para enfrentarse a la amenaza talibán.  Estar borracho no es tan malo porque, como le dijo el Premier británico a Lady Astor, se te pasa, pero ella seguiría siendo fea por la mañana.  Hitler no bebía y los islamistas tampoco. 

 Churchill, bebedor empedernido, nos dejó frases para la posteridad. Como esa que decía que la diferencia entre los hombres y los animales es que estos últimos nunca permitirían que el más inútil de la manada los lidere.  Lo que nos viene a recordar que Pedro Sánchez o Zapatero en una manada de lobos hubiesen durado menos que un perro en China. Como mi gratitud es infinita, levantó una cerveza bien fría en honor de Winston en esta noche mediterránea en la que he liberado mi alma con la ayuda de un Moscatel

Sergio Calle Llorens


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