lunes, 16 de agosto de 2021

¡EL PALO!

 



Las gaviotas se han detenido en la arena esperando alguna señal secreta que venga del mar. Están junto a un montículo donde se encuentran unas barras de madera con unas cuerdas que hacen de barrera en la playa. Calculo, a ojo de buen mediterráneo, que el velero que sale de puerto de El Candado tiene una eslora de 26 metros. La embarcación navega en dirección a poniente antes de que el cielo se cubra de estrellas. Desde la playa de el Dedo se atisba, además de las coquetas embarcaciones, un horizonte encarnado tras el cual se perfilan las costas de África. El sol, por su parte, pide su ingreso voluntario en la mar. Poco a poco el disco amarillo emite su alargada sombra anaranjada y sólo por encima del astro quedan unas pequeñas nubes en forma de puro. Decido capturar en mi memoria la lindeza de esta estampa que queda ante mis ojos. Buscando el adjetivo perfecto me pierdo definitivamente.

Mi ambición de escritor siempre se topa con mi torpeza. Como no salgo del embrollo literario y, además, mis escritos tienen algo de partisano, degusto un caldo de pintarroja.  Este manjar me ayuda a recobrarme del mal rato. Un caldito que, por cierto, se suele servir en todas las localidades marinas de Málaga. Antaño se preparaba con una base de ajo, almendra, pan y almejas. La pintarroja, para no iniciados, es un tiburón que señorea por el Mar de Alborán. Un plato que sólo comían los marineros y pescadores de la barriada malagueña de El Palo. Después de la pintarroja acometo una buena copa de vino blanco que acompaño de una lubina ejemplar y todo, en el restaurante El Tintero donde un músico interpreta un solo de violín en medio de la quietud de las jábegas varadas en la playa. En este restaurante tan popular suele haber subasta de platos y, gentes de todo el mundo acuden a ponerse morado de pescaíto malagueño. Pero yo siempre vengo en las noches entre semana en las que lo más ruidoso a lo que uno se enfrenta es el movimiento de los veleros volviendo al Puerto de el Candado. Sí, el velero sigue su camino y yo sigo con lo mío.

Sergio Calle Llorens

 

 


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