domingo, 5 de octubre de 2014

MASTER CHEF

Prefiero un honrado copista en mangas de camisa que cientos de proyectistas con sus extrañas ideas para cambiar el mundo. También soy muy partidario de aquellos que gozan de un talento del que yo carezco. De ahí que llegue al éxtasis escuchando a una buena violinista con dedos acariciantes de notas imposibles. Escuchar y aprender de aquellos que sabe más que uno. Aquí tienen la causa por la que nunca veo películas porno.

Una de mis pasiones es la cocina arcaica, sólida y convincente. Un homenaje que nos podemos dar cuando sabemos como combinar los manjares que nos ofrece la madre naturaleza. Un buen salmón a la escandinava. Una codorniz mediterránea. Esas trufas del bosque descubiertas con el rumor sordo del río como música de fondo. Esas aguas verdes y rosados endebles en donde buscar los ingredientes perfectos para nuestros platos. Sin embargo, que un arte como el culinario se convierta en una competición estilo Gran Hermano me parece un insulto a  la inteligencia. Esos cocineros que se prestan a juegos de niños en los que hay que correr para preparar un buen plato y no ser expulsados del plató. En la cocina, como en la vida, no hay que tener más prisa que la necesaria. Recuerdo a mi madre cocinado con los cristales de la cocina empañados y el valle metido en aguas. Ese olor a cocina añeja con una niebla azulada y fina componía una estampa maravillosa que guardo en algún lugar del ático de mi memoria.

La cocina es voluptuosidad pura. Melancolía de esos olores sabrosos que degustamos con nuestros seres queridos. Master Chef, en cambio, se asemeja a un campo de batalla en el que se violan los más elementales códigos del buen cocinero; ser buena persona es uno de ellos y, con toda seguridad, el más importante. La dulce mansedumbre de una cocinera en silencio frente al espectáculo dantesco de esa absurda manía de hablar con las gentes sin tener nada que decir. Master Chef es un homenaje al mal gusto y está en las antípodas del clasicismo mediterráneo que tanto admiro.

Guisar o aderezar platos debe ser como la buena lírica donde la solidez de la prosa es lo importante y los descubrimientos tienen un valor secundario. Platos y obras que por mucho que pase el tiempo no olvidaremos jamás. De Master Chef lo único que recordamos es lo hijo de putas que puede llegar a ser esos cocineros con sus anémicas estratégicas de Cabos chusqueros para cargarse a los compañeros.

El caracol tiene un valor científico, al margen de su evidente calidad culinaria. Empero no llego a entender el beneficio del programa de Chicote. Nada nuevo si nos atenemos a la programación actual de televisión. Un medio, por otra parte, en el que uno puedo constata rápidamente la escasa capacidad intelectual de sus participantes. Ahí tienen al mismísimo Fernando Ramos cuya sección chorra en un programa de deportes demuestra que la caja tonta está llena, precisamente, de tontos. A veces algunos han disimulado su tontura muy bien como es el caso de Nuria Roca.  la guapa valenciana comenzó con Waku Waku y ha terminado bailando como una mamarracha para hacer publicidad a su patético programa de radio. De Marilo Montero usaremos aquella frase lapidaria de Bernardo Shuster: “No hace falta decir nada mas”. Total lo dice ella todo.

Creo que ahora que con el frío será mejor pasar el tiempo contemplando pasivamente el fuego. Cruzar por el campo cuyo suelo luce como un escaparate de joyería. Sí, ese volver al amor de la lumbre con un buen libro entre las manos y esa lluvia que envuelve con una manta impalpable. Cualquier cosa antes de tener que aguantar a los representantes patrios del papanatismo. Y las que yo menciono son infinitamente superiores. 


Sergio Calle Llorens

2 comentarios:

  1. Lo arcaico, lo sencillo, lo casual, muchas veces es lo mejor: las grandes relaciones y proyectos, muchas veces se logran sin querer ir más allá del divertimento. Excelente blog, compañero. Me adhiero a su lista.

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