Los versados en robótica saben que llegará un día
en el que las maquinas sean conscientes de su propia existencia. Pasado ese
momento, esas mismas maquinas podrán revelarse contra sus creadores. La idea
general es que esos robots nos verán con cariño. No en vano, somos sus
creadores. Sin embargo, se puede dar la paradoja de que se rebelen contra sus
padres. De hecho, ya ha pasado en la guerra de Iraq cuando los robots soldados
War, sin que nadie sepa muy bien por qué, atacaron a los norteamericanos. Fue
el primer combate entre robots y soldados de la historia. Hubo que emplear cargas
electromagnéticas para neutralizarlos. En
cualquier caso, la administración de Obama se pasó por el forro de sus
caprichos una de las leyes básicas de la robótica que, como imaginan, es que
nunca pueden ser usadas para matar a otro ser humano. En España todo este suena
a chino. Desgraciadamente nuestro país ha abandonado todo desde el latín, como
con cualquier tipo de humanidad, por no hablar de las ciencias. Naciones como
Corea del Sur y Japón tienen una legislación bastante avanzada en relación con
la robótica y el uso de humanoides.
Todo lo que es creado por el hombre puede ser bueno o malo;
desde la energía nuclear pasando por la informática. Con la inteligencia
artificial, la cosa no varía mucho. Grandes científicos apuntan al problema de
la conciencia de esas maquinas. Será un momento cumbre en la historia de la
humanidad. Estaremos ante la primera vez que nos enfrentemos con unos seres-
creados por nosotros- que sean capaces de pensar y actuar como humanos con una
ventaja; serán capaces de progresar de una manera geométrica. El problema es
las actividades que sean capaces al margen de las indicaciones que sus crearon
les dieron. El tema no es baladí. De momento no hemos llegado a eso. Esperemos
que la línea Spielberg triunfe para que no nos vean como seres a los que exterminar.
La humanidad se va a enfrentar a problemas filosóficos y éticos
complejos en los próximos 300 años. Sarah Connor en la película Terminator deja
una frase para la posteridad; “Si una maquina es capaz de valorar una vida
humana, tal vez nosotros también podamos”. Esperemos que estos humanoides
puedan sentir empatía pero, incluso en ese caso, a los seres humanos tampoco no
has servido de mucho para no matar. Creo que visto lo visto, sería mucho más útil
no usarlos con fines militares sino médicos. La decisión no está tomada.
Hoy la inteligencia artificial es un sistema de cálculos
increíbles basados en millones de probabilidades. Les pongo un ejemplo; una máquina
capaz de jugar al ajedrez será siempre peligrosa a la hora de vencernos en una
partida No obstante no es reflexiva. Todos sus movimientos se basan
en esos cálculos de decisiones masivas. Para vencerla podemos romperle los
esquemas jugando de una manera que la máquina no haya estimado. De momento les
ganamos porque somos reflexivos. Ellos son simplemente maquinas.
De momento en Japón los nacionales prefieren que sus
familiares sean atendidos por robots antes que por personas de carne y hueso. No
les culpo; yo mismo entre que me atienda un rociero o un humanoide, no tengo
dudas. No discuten, no se cansan nunca y, por supuesto, serían incapaces de
ponerse a bailar de forma tan ridícula.
Las maquinas van a suponer una auténtica revolución para la
humanidad. Maquinas conviviendo con los seres humanos en las que se deberían
aplicar esas tres reglas de la robótica.
1- Un
robot no puede dañar a un ser humano.
2- Un
robot debe obedecer siempre a un ser humano.
3- Un
robot puede defenderse siempre y cuando no entre en contradicción con las dos
primeras reglas.
Al margen de la cara B que supondrá ese mundo, existe otro
aspecto siniestro; media humanidad podría quedarse fuera de todos estos adelantos
científicos. Desde un punto de vista económico, los adelantos en el sector de
la robótica significarán una nueva organización alejada de los planteamientos del
siglo XIX-véase marxismo o fascismo-
Finalmente nuestras creencias religiosas podrían cambiar
completamente. Hoy día nadie tiene ni puñetera idea de que es el alma, tampoco
sabemos reside la conciencia. Sin embargo, si fuéramos capaces de saber donde
se encuentran, podríamos transplantarlos a otros cuerpos; bien sea en clones
nuestros o, incluso, en robots. Les estoy hablando de lograr la inmortalidad. Fíjense
la revolución que eso conllevaría. Esta especie de post-humanismo, en el sentido
más ultraliberal del término, podría ser el futuro que aguarda a la
humanidad. El porvenir se me antoja
apasionante.
Sergio Calle Llorens
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