El problema radica en el hecho de que los andaluces miran al
pasado para no tener que enfrentarse al futuro y, mucho menos, a su patético
presente. Sin embargo, echar la vista atrás nos lleva a una conclusión simple:
los andaluces son descendientes directos de los conquistadores que llegaron a
estas tierras para luchar contra los árabes a los que, tras no poder ser
asimilados, expulsaron. La idea de
que los ascendentes andaluces eran los árabes es una patraña que contradice la
historia de los repartimientos y, ahora, hasta la genética. Por eso es de
chiste tener como bandera regional un trapo con el color verde islámico y el
blanco almohade, secta religiosa radical donde las haya.
Por no hablar de esa unidad regional que nunca se dio antes
de 1981 y, mucho menos, querida por la mayoría. Almería incluso votó en contra
invalidando todo el proceso pero, por supuesto, se pasaron por el forro la
voluntad que impedía esa unión. Falsificaron el pasado, hicieron trampas en el
presente para que una casta rancia e inculta viviera a costa del presupuesto por los siglos de los siglos. Reivindicaban la cercanía de la administración, la lucha contra la
corrupción y se alejaban, o eso decían, de la pérfida Madrid. Luego, cuando la
realidad demostraba que todo era un monumental engaño, compraron a los medios de comunicación a través de la
publicidad institucional.
La música andaluza se desliza bajo una partitura de vergüenza
que honra en exclusiva a los delincuentes que viven a costa del sudor del de
enfrente. Dice la letra de esa patética composición que la autonomía sirve al ciudadano, cuando sólo sirve para atracarnos a mano armada en nombre de un pasado que
nunca existió. A veces esa melodía invoca el cuento de lo público cuando ellos
tienen seguros médicos y mandan a sus hijos a prestigiosos colegios privados.
Andalucía, como ente político, es un accidente basado en
paparruchas creadas por mentes calenturientas. Decir que Andalucía es una región
es devaluar la palabra en grado máximo. En verdad la taifa constituye una forma
medieval de impedir que los súbditos se conviertan en ciudadanos libres. Intentar
derribar la autonomía andaluza es una aspiración de libertad ciertamente legítima.
Muchos piensan que la autonomía andaluza existe para servir
a los ciudadanos. Yo, en cambio, aseguro que la taifa existe para proporcionar
a los señores feudales de unos privilegios con la connivencia de un pueblo con
querencia por el “Vivan las Caenas”.
El desafío es el primer deber del ciudadano aunque en
Andalucía no haya ciudadanos. Para desafiar hay que romper antes con esa
actitud, necesitamos recuperar el viejo sueño liberal que pretende que todos
los ciudadanos sean iguales ante la ley. La respuesta está en los viejos
liberales de Cádiz, en ciudades como Málaga la primera en el peligro de la
libertad, pero nunca en el yugo andaluz con sus instituciones y sus burocracias
absurdas.
Andalucía ha matado al ciudadano antes de nacer. Andalucía
es el enemigo con sus taras y su vulgo abyecto. Andalucía es un potro de
torturas. Andalucía es el fanatismo, la desidia y la superstición enfrentada a
cualquier mínima de progreso. Andalucía apenas es buena creando mentiras a cual más absurda. En conclusión, Andalucía es un acuario lleno de
bestias y peces monstruosos que cuando uno se mete en él, se transforma en una
pecera con un letrero colgando que dice; Cueva de Alí Babá.
Sergio Calle Llorens
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