Seamos claros; todo macho ibérico ha soñado alguna vez
con retozar en el tálamo con una impresionante mulata. Ya saben piel de ébano,
trasero espectacular y vertiginosos movimientos de caderas. Los hay, incluso,
que viajan al Caribe regularmente para disfrutarlas. Cuando vuelven, son
hombres nuevos tras largas jornadas sexuales y paseos por playas paradisíacas. No
entraré en si consiguen esos favores con jineteras profesionales o con
señoritas honradas. El caso es que mientras la gran mayoría de machos ibéricos
que se dedica a estos menesteres lo hace con su dinero, los sindicalistas
idearon un método para hacerlo, y gratis, cada vez que les viene en gana.
Gobernaba Manuel Chaves cuando la UGT de Andalucía montó en el
Caribe sucursales de formación con dinero de la Junta otorgado por otro
socialista, Gaspar Zarrías. Fueron concretamente 1,8 millones de euros que
llegaron a través de la Agencia Andaluza de Cooperación
Internacional. A este nuevo atraco lo llamaron Proyecto de Integración y
Fortalecimiento Sindical en Centroamérica y el Caribe, que traducido del
farfullín andalusí al español viene a ser el Bunga- Bunga sindical.
Imaginen ustedes a toda esa pandilla de sindicalistas
barrigudos con querencia por el ron cubano gozando de los placeres de la carne. Todo bien camuflado en cursos cuya
cuantía para personal era de 53.583,40 euros. Se llegaron a pagar facturas
hasta de sillas, baños y reformas. A este pintoresco bosquejo le falta todavía la pincelada
surrealista que supone la defensa que hacen muchas articulistas del
sindicalismo horizontal- siempre están acostados- pero la realidad es tozuda,
iban a esas tierras hermanas a echar canitas al aire y a huir,
en el mejor de los casos, de sus pesadísimas señoras. Volvían y afirmaban haber
echado el polvo de sus vidas cuando, para el resto del personal, el mejor polvo
vendrá con la cremación del sindicalismo actual. Ese que lo mismo falsifica
maletines con el objeto de aspirar al bachiller, aunque no lo tengan.
El Bunga- Bunga sindical es una realidad a costa del
contribuyente. Gracias a él, los sindicalistas, como si no tuvieran bastante
con el asalto a los presupuestos, están completamente satisfechos. Como políticamente
soy un empírico y el sindicalismo actual me parece una forma chabacana de
latrocinio institucionalizado, no entiendo que alguien en su sano juicio pueda
afirmar que, a día de hoy, tiene utilidad para los ciudadanos honrados. Sencillamente
es una forma más de comportamiento criminal muy habitual en La Garduña socialista.
Sergio Calle Llorens
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