Contemplaba como el sol empezaba a hundirse en el mediterráneo perfilando la silueta distante de la ciudad de Málaga. A mi mente venía la idea de que antes de marcharme, he de respirar la mayor cantidad de brisa marina posible. El color turquesa de mi patria se había tornado oscuro, aún así, era un momento mágico. De pronto, sonó mi móvil. Era un amigo que me llamaba para contarme la última estupidez de la Junta de Andalucía; “oponerse a la celebración de la toma de Granada”. La magia se había roto.
Cada cierto tiempo la Junta nos regala con una bobada que nos aleje de la realidad social que vive la comunidad a la que, como saben, sólo le queda que le hagan un examen post- mortem. Por el hecho científicamente probado de la escasa capacidad intelectual de los gobernantes andaluces, siguen torturando al personal con sus ocurrencias. Hoy toca, Granada y mañana, Dios dirá. Su cretinismo es tan alto que podrían cazar jirafas con un rastrillo.
En el fondo, a los socialistas andaluces les trae al pairo lo de la toma de Granada. Empero deben de contentar a sus estrafalarios socios de gobierno, IU, y por ello dejan que el director general de Memoria Democrática de la república bananera de Andalucía, bolchevique él, apoye a las asociaciones contrarias a la celebración del Día de la Toma de Granada. Afirman que "la fiesta fomenta la exhibición de símbolos que hacen apología del fascismo y contraria la Ley de Memoria Histórica".
No querría pasar la oportunidad que me conceden estos barbudos con querencia por Al Andalus. Verán, esta gente quiere que deba creerse aquello que ellos opinan, enseñan y dictan. El problema radica en que los dogmas desembocan en la fe ciega imitación de las tesis de otros, pero no llevan a una lógica. Los dogmas consiguen que brillen los loros y que enmudezcan aquellos cuyo individualismo estorba el balido de la monotonía dogmática. De ahí lo de la memoria histérica y, lo de no querer que la gran mayoría de granadinos celebre La Toma. Para un comunista, no hay medias tintas, pues piensan que lo que ellos no apoyan, no lo debe apoyar nadie. Y si lo hacen, GULAG o destierro. Como no pueden, de momento, pues se sacan de la manga que tres o cuatro majaras de dediquen a portar símbolos franquistas durante la celebración, para terminar con la tradición. ¡Que no tiemble nadie! La mayoría está a favor de la celebración, y la Junta no tiene agallas de prohibirla.
Los progresistas sueñan con un Dios a su medida; comunista, progresista, vegetariano y, por supuesto republicano. Como el Dios de los otros es contrario a su ideario, pues se echan en manos de la secta de Mahoma. Religión que, como todo el mundo sabe, es la que más respeta los derechos de las mujeres bajo la custodia del marido.
A todos estos desequilibrados mentales habría que recordarles hoy algunos puntos esenciales de nuestra historia. Andalucía hunde sus raíces culturales en Roma, y no en el mundo árabe. Los andaluces no son descendientes de los moros. Es más, la revista científica American Journal of Human Genetics revela en un estudio publicado hace cinco años que sólo un 10% de la población actual tiene características propias de los habitantes del norte de África. En cambio, señala que un 20% de andaluces desciende de judíos. Este dato concuerda perfectamente con los registros históricos, ya que tras la revuelta de los moriscos en el siglo XVI, la mayoría de ellos fue deportado de sus lugares de origen en Granada y llevados al exilio al noroeste de España. Quinientos años después, el genoma de los españoles establece que hay más descendientes de moriscos en la plaza mayor de Salamanca que en la ciudad de la Alhambra. Con algunas variaciones, buena parte de la población sureña desciende de conquistadores del norte de España.
Uno de mis ancestros formó parte de las tropas del Duque de Arcos que castigaba a esos cabrones. Cuentan que él, como todos los suyos, terminaba cada jornada empapado en sangre. Aquello no tuvo ningún ingrediente de película de Walt Disney, pero aplicar los principios morales de hoy al siglo XV para condenarles es propio de mamarrachos intelectuales. Con la reconquista de Granada, España, entera, se incorporaba de nuevo al mundo occidental y a las libertades. En definitiva, la toma de Granada ha de celebrarse como recordatorio de que esos musulmanes no volvieron a tomarnos por el culo. Motivo suficiente para celebrarlo.
Sergio Calle Llorens
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