miércoles, 24 de octubre de 2012

¡VIVA CARTAGENA!


Ya saben ustedes que el patriotismo andaluz no es mi fuerte. A mí, la copla, canal sur y la bandera de la taifa me levantan menos que Falete en bañador por las playas de Cádiz. Es más, si de mí dependiera, hace años que mi provincia no pertenecería a este invento regional llamado Andalucía. No obstante, reconozco que no empleo ni un minuto de mi tiempo en pensar si soy más de papa o de mama. Yo estoy por el desarrollo de la tierra en donde vivo, pero no estoy en contra de nadie. Ni siquiera de aquellos que a diario me amenazan, sin saber, que es en las distancias cortas donde soy realmente peligroso. Eso sí, quiero aclarar que lo que yo he propuesto para Málaga, es fácilmente aplicable al resto de provincias. Así, todas podrían gobernarse a través de las Diputaciones, y suicidar al régimen andaluz que tanto dinero nos cuesta a los contribuyentes. Antes, por supuesto, las competencias en educación y sanidad habrían sido transferidas al estado. Además, habría espacio para dejar una especie de asamblea consultiva andaluza para fomentar la cultura andaluza. El resultado sería que tendríamos un estado más fuerte y, obviamente, mucho más barato. En este contexto, las regiones históricas podrían seguir como están, es decir, aplicando sus políticas irresponsables. Una forma, queridos amigos, de limitar el café, puro y putas para todos. Y el que quiera peces, que se meta en el mar a pescarlos.

España parece estar llena de secesionistas. Yo, en mi vida, me he topado con unos cuentos. A los catalanes les suelo replicar en la lengua de Verdaguer. Lo hago con argumentos, y suelo terminar con un dicho en catalán; Vendre la casa y anar a lloguer. Lo que no les digo es que si en el resto de España hubiera menos separadores, raza enemiga de los separatistas, podríamos quitar a los nacionalistas la lengua. No les hablo de eliminar un  tesoro cultural tan maravilloso, sino de que el estado luchara para que tuviéramos un premio Nóbel de literatura en lengua catalana. Una formula en la que el idioma catalán o vasco, dejarían de ser el arma arrojadiza de los nacionalistas, para constituirse, de verdad, en otra lengua española más.

También me he encontrado con secesionistas asturianos o mallorquines, a los que no suelo hacer ni puñetero caso. Incluso, en estas tierras del sur, hubo dementes estilo Blas Infante que, mare meva del meu cor, querían unir a Andalucía con Marruecos. En la taifa sureña, la gran mayoría de andaluces está literalmente hasta las pelotas de aguantar el gobierno regional y, hay plataformas por Almería, Granada, Málaga o Andalucía oriental. Todas buscan lo mismo, dejar de pertenecer a Andalucía. Suelen ser pocos y, normalmente, mal avenidos. En Málaga, sin ir más lejos, me encontré  con dos asociaciones; Rayya y Paurma, la segunda escindida de la primera. Mi relación con ellos fue siempre fronteriza. A los miembros de Rayya les brillan los ojos cuando hablan de las cosas de la tierra y, suelen hacer muy buenos juicios de valor. Además admiten opiniones diversas y nadie trata de imponer nada. Eso sí, andan muy equivocados al pensar que pueden cambiar las cosas por escribir varios mensajes en los diarios digitales andaluces. Más o menos como yo con mis artículos. Lo de Paurma, es harina de otro costal. Sus miembros son únicamente dos; un bombero muy buena persona, y su presidente, hombre de formas simiescas y pensamiento único, que tiene menos poder de convocatoria que María del Monte en la Rockin race de Torremolinos.

Tal vez nuestro destino, como españoles, esté marcado por el deseo de estar siempre a la gresca entre nosotros, pero confío en que por muy grande que sean nuestras diferencias, nuestros piques entre regiones o entre provincias, algún día podamos trabajar juntos por un futuro mejor donde, lo único realmente importante sea el hecho de que pertenecemos a la misma nación. Olvidar esto, es casi como no ver que el sol sale cada mañana. Algo que, en un mundo globalizado, no es moco de pavo. Y el amanecer, en España es casi tan bonito como el espectáculo de ver a una mujer desnuda. Tal vez, haya llegado el momento de dejar el ¡Viva Cartagena!

Sergio Calle Llorens

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