Ya saben ustedes que el patriotismo andaluz no es mi fuerte.
A mí, la copla, canal sur y la bandera de la taifa me levantan menos que Falete en bañador por las playas de Cádiz. Es más, si de mí dependiera, hace
años que mi provincia no pertenecería a este invento regional llamado
Andalucía. No obstante, reconozco que no empleo ni un minuto de mi tiempo en
pensar si soy más de papa o de mama. Yo estoy por el desarrollo de la tierra en
donde vivo, pero no estoy en contra de nadie. Ni siquiera de aquellos que a
diario me amenazan, sin saber, que es en las distancias cortas donde soy
realmente peligroso. Eso sí, quiero aclarar que lo que yo he propuesto para
Málaga, es fácilmente aplicable al resto de provincias. Así, todas podrían
gobernarse a través de las Diputaciones, y suicidar al régimen andaluz que
tanto dinero nos cuesta a los contribuyentes. Antes, por supuesto, las
competencias en educación y sanidad habrían sido transferidas al estado. Además,
habría espacio para dejar una especie de asamblea consultiva andaluza para
fomentar la cultura andaluza. El resultado sería que tendríamos un estado más
fuerte y, obviamente, mucho más barato. En este contexto, las regiones
históricas podrían seguir como están, es decir, aplicando sus políticas
irresponsables. Una forma, queridos amigos, de limitar el café, puro y putas
para todos. Y el que quiera peces, que se meta en el mar a pescarlos.
España parece estar llena de secesionistas. Yo, en mi vida,
me he topado con unos cuentos. A los catalanes les suelo replicar en la lengua
de Verdaguer. Lo hago con argumentos, y suelo terminar con un dicho en catalán;
Vendre la casa y anar a lloguer. Lo que no les digo es que si en el resto de
España hubiera menos separadores, raza enemiga de los separatistas, podríamos quitar
a los nacionalistas la lengua. No les hablo de eliminar un tesoro cultural tan maravilloso, sino de que
el estado luchara para que tuviéramos un premio Nóbel de literatura en lengua
catalana. Una formula en la que el idioma catalán o vasco, dejarían de ser el
arma arrojadiza de los nacionalistas, para constituirse, de verdad, en otra lengua española más.
También me he encontrado con secesionistas asturianos o
mallorquines, a los que no suelo hacer ni puñetero caso. Incluso, en estas
tierras del sur, hubo dementes estilo Blas Infante que, mare meva del meu cor,
querían unir a Andalucía con Marruecos. En la taifa sureña, la gran mayoría de
andaluces está literalmente hasta las pelotas de aguantar el gobierno regional
y, hay plataformas por Almería, Granada, Málaga o Andalucía oriental. Todas
buscan lo mismo, dejar de pertenecer a Andalucía. Suelen ser pocos y,
normalmente, mal avenidos. En Málaga, sin ir más lejos, me encontré con dos asociaciones; Rayya y Paurma, la segunda
escindida de la primera. Mi relación con ellos fue siempre fronteriza. A los
miembros de Rayya les brillan los ojos cuando hablan de las cosas de la tierra
y, suelen hacer muy buenos juicios de valor. Además admiten opiniones diversas y nadie
trata de imponer nada. Eso sí, andan muy equivocados al pensar que pueden
cambiar las cosas por escribir varios mensajes en los diarios digitales
andaluces. Más o menos como yo con mis artículos. Lo de Paurma, es harina de
otro costal. Sus miembros son únicamente dos; un bombero muy buena persona, y
su presidente, hombre de formas simiescas y pensamiento único, que tiene menos
poder de convocatoria que María del Monte en la Rockin race de
Torremolinos.
Tal vez nuestro destino, como españoles, esté marcado por el
deseo de estar siempre a la gresca entre nosotros, pero confío en que por muy
grande que sean nuestras diferencias, nuestros piques entre regiones o entre
provincias, algún día podamos trabajar juntos por un futuro mejor donde, lo
único realmente importante sea el hecho de que pertenecemos a la misma nación.
Olvidar esto, es casi como no ver que el sol sale cada mañana. Algo que, en un
mundo globalizado, no es moco de pavo. Y el amanecer, en España es casi tan
bonito como el espectáculo de ver a una mujer desnuda. Tal vez, haya llegado el
momento de dejar el ¡Viva Cartagena!
Sergio Calle Llorens
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