domingo, 14 de octubre de 2012

CADILLAC SOLITARIO


Al fondo, muy lejos, azulea la montaña del Tibidabo. El sol la toca del alba a la tarde.  Aún tengo tiempo antes de ir a su encuentro para pasar la nit y contemplar la ciudad de Barcelona a mis pies. Esa ciudad cosmopolita, bilingüe y urbana que tanto amamos algunos. Allí la brisa me hace tatarear el himno de toda una generación de españoles; Cadillac solitario. Un tema perteneciente al disco El ritmo del Garaje, donde canciones como "quiero un camión" o "pégate a mi" nos hicieron mover las cadenas a ritmo de Rock and Roll. Tal vez haya sido el Martini, quizá los recuerdos de unos tiempos en los que pensábamos que el mundo caería rendido a nuestro talento. Lo único cierto es que junto al Mervellé, la ciudad es la única que está a nuestros pies, y no precisamente para abrazarnos. Poco a poco, una fuerte melancolía me va invadiendo el alma y pienso en aquel Cadillac solitario que a todos nos parecía una alfombra mágica con la que volar sobre la ciudad condal. Nunca tuvimos un Cadillac de segunda, y la rubia, claro está, no pudo dejarnos en la ladera del Tibidabo. Lo único cierto es que ella, que siempre se viste con diferentes nombres, sí nos llegó a olvidar en algún rincón de la memoria.

Himno juvenil etílico de todos los que alguna vez nos quedamos solos mirando a Barcelona o a cualquier otra ciudad española, sintiendo nostalgia de aquel amor que se fue para siempre. Un sentimiento extraño, como muy bien apuntaba el bueno de Sabino Méndez, letrista de las mejores letras de Loquillo. El músico catalán de origen  asturiano, era el ventrílocuo y el cantante, la marioneta que movía la boca. Escucho la música en mi reproductor de MP4 y siento el vértigo de la huida del tiempo. Me encanta tener mis raíces en una música tan mestiza, y mis recuerdos en unos sueños  imposibles de alcanzar. Mi coche es una barcaza de desembarco que, como las de las playas de Normandía, no besará la playa Juno. Los Ángeles siguen quedando muy lejos, y jamás podré cruzar el mar en su compañía. Ahora los sueños tienen forma de cartón piedra con ese Cadillac que el ayuntamiento de Barcelona hizo colocar en una de las curvas a la subida del Tibidabo donde, les recuerdo, los Rockers siguen subiendo a hacerse fotos. Lugar que aprovechan las Cofradías de los corazones rotos para llorar los desengaños.”Y dice la gente que ahora eres formal, y yo aquí llorando en el Cadillac, junto a las palmeras luce y solitario, y no estás tú Nenaaaaaaaaa”. Con una brizna de tristeza dibujada en mis labios, Barcelona inicia la declinación de la madrugada y yo, una vez más, me pierdo en la ciudad donde reinan las sombras. El lugar que una vez marcó el ritmo al resto del país a los acordes de Rock and Roll.

Coda: Dedicado a todos aquellos que siguen mirando a su barrio, atrapados por luces de ciudad.

Sergio Calle Llorens

4 comentarios:

  1. Muy bueno. Leer tu publicación escuchando de fondo Cadillac solitario me ha hecho poner los pelos de punta...
    :)

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    1. Me alegra saber que el texto produce en ti, quien quiera que seas, el mismo sentimiento que a mí al escribirlo.

      Saludos

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  2. Buenísimo. Buen articulo.
    Has trasmitido mucho colega.
    Un abrazo. Desde Madrid.

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