lunes, 20 de febrero de 2012

LA ISLA DE LOS NAUFRAGIOS


Por pura casualidad, la familia de mi amigo Adán encaja muy bien en el relato bíblico. Después de todo, su mujer se llama Eva y su suegra es una serpiente. Una vez que te pilla por banda, te toma del cuello para apretarte con sus anillos. Al menos, eso es lo que cualquier ser humano siente al estar en su compañía. Afortunadamente, mi amigo pudo escaparse una tarde la pasada semana a tomar unas copas. Aunque siempre lleva chaqueta de cuero, su paso por el seminario le ha dejado una pinta de cura que no se puede aguantar. Esta vez, sin embargo, no vamos a hablar de Dios, sino de música y mujeres. De lo primera sé algo, de las segundas nada.



Abrimos el crepúsculo recordando viejas bandas como The Clash para terminar con un repaso al deprimente panorama musical patrio. Bueno el repaso lo da él, porque yo me dedico a escucharle con el ruido del mar de fondo. Desafortunadamente las interrupciones en la conversación me impedían meterme de lleno en la charla; por un lado, una mujer que ha vestido a su hija de princesa y que a sus seis primaveras no deja de tirarnos palomitas. La madre, lejos de regañar a la pequeña, le alaba el comportamiento y no deja de llamarla princesita. Por un momento, estuve tentado de decirle al pequeño monstruo con pinta de garrapata-tendrían que haberla visto- que dejara ya de joder con las rosetas. Por otro, Eva llama a su marido cada diez minutos para recordarle las cosas que ha dejado de hacer en casa por venirse a tomar unas birras con el que aquí firma. A la media hora, mi amigo decide retirarse y volver a su infierno en la tierra. Se excusa diciendo que Evita está muy nerviosa últimamente a causa de la crisis. Una vez más, un pequeño diablo aparece detrás de mi oreja para decirme: “Venga, Sergi, dile la verdad a este tío, cuéntale que su mujer como otras muchas sólo ven aquello que no haces por ella, sino lo que no haces. Confiésale que lo mejor que puede hacer con la legítima es comprarle una tarjeta de cumpleaños y regalársela el día de las brujas”. Pero permanezco en silencio, otra vez. Y mi amigo, que es un santo varón, sigue con la matraca de lo mal que lo está pasando la pobre. Sin poder reprimirme, le digo que su mujer debería ser una estrella para que estuviera a 3000 años luz. Oigo las carcajadas del diablito detrás de mi oreja y las tímidas protestas de Adán. Al final, un pequeño angelito blanco con cara de capullo me susurra en el otro oído que sea bueno con el primero de los hombres, according to God. Le dejo marchar diciéndole que no se preocupe, que ya habrá más tardes para conversar de lo humano y lo divino.




Me quedé allí contemplando un mar azul con mis recuerdos como banda sonora y única compañía. A mi mente comenzaron a llegar las voces de las últimas semanas. Una de ellas, también tiene timbre de mujer. Es una voz bonita pero muy airada que me insulta y me humilla. Es un grito lleno de odio hacia mi persona. Aquello me llena de desconcierto. Entonces, también callé para no hacerle daño. Cerré los ojos y pedí una cerveza bien fría. A veces desvelar la verdad apenas sirve para alargar la agonía. La suya, que no la mía. A pesar de ser hombre de bien, he aprendido que es mejor no discutir, y pelear lo dejo para los verdaderos enemigos. Apuré el vaso y pedí otra rubia, de esas que jamás podrán hacerte daño con la parla. Me quedé allí hasta que a la luna se le vio el ombligo. Dejé que los rayos de la diosa me tocaran un poco. Ensimismado en mis pensamientos, decidí echar andar en la playa, el único lugar, junto al Rock and Roll, que nunca me han fallado. Estuve allí el tiempo suficiente para que mi piel oliera a sal y a espuma. Hubiese querido tomar un barco y dirigirme a la isla secreta de los naufragios. El lugar al que ella, y muchas otras gentes, le gustaría ver mi nave; destrozada, al fin, por la tormenta y con mi cuerpo inerte. Pero para eso, lo siento, tendrán que esperar todavía un muchito.



Sergio Calle Llorens

1 comentario:

  1. Laura: Impresionante entrada esta también. Sencillamente impresionante.

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