lunes, 23 de enero de 2012

AMENAZAS DE MUERTE


Decía Goethe que el cobarde sólo amenaza cuando está a salvo. Y precisamente eso es lo que ha estado haciendo una gallina durante dos largos años. Amenazarme de muerte, escondido tras un ordenador. Confieso que no es el único que se ha atrevido a hacer tal cosa. Sin embargo, en el caso que les cuento todo era diferente. Tengan en cuenta que el tipo sabía muchas cosas de mi vida personal. El caso es que las amenazas subieron de tono coincidiendo con la puesta de largo del diario digital; Región de Málaga. Un medio en el que publicamos bastantes trabajos comprometidos sobre el clan de la rosa. Como yo había visto la luz uno de mis reportajes sobre nazis, asumí que los responsables eran los admiradores de la raza aria aunque hayan nacido en El Perchel o en la Barceloneta. Ni por un momento pensé que alguien que trabajaba y trabaja en la Junta, se iba a entretener en tales menesteres. Craso error.


Una mañana típicamente mediterránea el mar estaba azul y las olas levantaban cortinas de espuma al levantarse sobre las rocas, fue el momento en el que las amenazas llegaron hasta mi domicilio. Todas pretendían una misma cosa; acojonarme. Acudí a la policía cuyo interés por resolver el misterio fue nulo, así que no tuve más remedio que tomar cartas en el asunto. Ni decir tiene que la paciencia no es una de mis cualidades, pero supe aguardar el momento oportuno. Mi admirado Ramón Llul decía que la paciencia comienza con lágrimas y, al fin, sonríe. Yo lo hice, sobre todo cuando los resultados de mi investigación dieron los resultados esperados. Por fin el malnacido tenía nombre, cara- feísima- y un despachito en la Junta de Andalucía.


El cielo estaba encapotado y por un momento tuve miedo de que las pérfidas nubes fueran a descargar. Después de todo, a la hora de reñir y cruzar puños o lo que se tercie, el suelo seco es el mejor de los aliados. Aguardé allí desde el bar convertido en mi atalaya a que el juntero saliera de su escondite. En ese momento me llegó de la cocina el olor de unos fideos con almejas y estuve tentado de dejar el asunto para otra ocasión pero como decía Séneca, la paciencia mucha veces ofendida trastorna el juicio. Por otra parte, aquel tipo y yo teníamos una cuenta pendiente, y la iba a pagar él con toda seguridad. Salí del establecimiento tras apurar mi copa de vino. El tipo andaba algo pesado con varias carpetas en su regazo. Llegó a su coche aparcado tras unos árboles que parecían haber sido colocados estratégicamente allí para la ocasión. Dejé que abriera la puerta de su auto, y me coloqué a su altura. Fue ver mi rostro y Belcebú se estremeció de terror. No hubo bravatas, ni se atrevió a decir esta boca es mía. Le aticé un buen golpe en sus partes nobles y luego mis puños le golpearon el estómago. Cayó en redondo y su cuerpo hizo un ruido extraño al besar el pavimento. Lo levanté de nuevo y volví a golpearlo.


Como soy aficionado a la esgrima, sé que un duelo no se practica para matar sino para lavar un insulto al honor para lograr “satisfacción”. Una manera como otra cualquiera de restaurar el honor perdido al poner en juego la vida para defenderlo. Por supuesto, aquel saco de mierda no tenía ni idea de lo que yo tenía en mente. Después de todo yo soy un hombre de honor, y él un honor a la indecencia. Dejé de atizarlo “a la primera sangre” en cuyo caso el duelo finaliza tan pronto como uno de los duelistas resulta herido. Sí, ya sé que aquel buitre de la Junta no habría osado jamás participar en un duelo donde podría haber salido herido. Por eso me envió a otros a hacerme lo que él no tenía arrestos de hacer, y por eso mismo yo le había asaltado a la tercera hora de la tarde, que es la hora en la que la tradición cuenta que murió Jesucristo. Entonces dejé caer las pruebas que lo señalaban como el tipo de las amenazas. El juntero, completamente cagado, comenzó a llorar, – Hay que joderse- pensé- para pedirme después que no lo denunciara después de todo lo que me había hecho. Me decía que tenía mujer y niño y que aquello podría ser su perdición. Allí en el suelo, con la nariz ensangrentada, aquel tipo daba auténtica pena. Después de todo, los funcionarios a los que llamaban fascistas por oponerse al decretazo, los parados y hasta los que tuvieron que abandonar Andalucía por las políticas del régimen, tienen mucha más dignidad que ese hombre encogido que temblaba de miedo en el suelo.


Le tendí la mano para levantarlo. Dudó un instante pero terminó aceptando mi ayuda.- ¿Has comido, le pregunté?- volvió a dudar para darme finalmente una excusa que le sirviera de escapatoria. No concedí opción al pusilánime. Finalmente pude dar cuenta de esos fideos con almejas. Mientras yo degustaba aquel plato, el hombre que durante dos años amenazó con subirme él solito a la barca de Caronte, cantó la Traviata. Me habló de todos lo que saben los señores de la Junta de mi persona y de otros que luchan contra el cortijo andaluz, de sus métodos y de sus miserias. Les juro que todos los vellos de mi cuerpo se me erizaron. He de reconocer que sentí pánico al saber que la Junta elige siempre el methodus Pughandi que mejor le conviene para liquidarte. Sin pudor, sin piedad, haciendo honor a una región que tuvo a Sevilla como a la Capital Espiritual del santo oficio desde 1481. Ahora ya no queman herejes pero siguen colocándonos Sambenitos para conducirnos a la muerte civil. De esos métodos y de esa gente voy a escribir en las próximas semanas. Prometo no dejarles indiferentes. Entramos en la fase final de la batalla y pienso seguir combatiendo con la espada en la mano, porque de mí no se puede esperar otra cosa. Con amenazas o sin ellas.


Ni que decir tiene que la comida la pagó el hombre de la Junta.


Sergio Calle Llorens

6 comentarios:

  1. Bendito seas, Sergio. Otros y otras también sabemos de esta gentuza infame de la Junta cuando deciden ir a por ti. Es el estilo de la casa. Hay que echarlos. Juré nunca más votar, pero faltaré a mi juramento para que se vayan, para que se pudran. Son lo peor de lo peor: escoria sectaria, pura mafia sin cuentos.

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    1. Muchas gracias Raquel por tus palabras. La verdad sea dicha, son mucho más peligrosos de lo que yo pensaba. Ya me lo habían advertido hace mucho tiempo pero nunca imaginé hasta que punto son capaces de llegar. Pero no pasa nada, decidí seguir hasta el final y eso haré. ¡Qué remedio me queda!

      Saludos

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  2. Quintáns: Sergio, a ti habría que subvencionarte para que sólo te dedicaras a escribir artículos. Repito, no debes hacer otra cosa porque lo que tú haces no tiene nombre. Escribes de puta madre y hagas lo que hagas para ganarte la vida, esto es lo tuyo.Perdona que te tutee pero a pesar de no haberte visto en mi puta vida eres como de la familia. Te amenazan porque te ven como un peligro. Vas en el buen camino pero ten cuidado campeón.

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  3. Sergio ten cuidado por dios. Sunana Bonnemaison

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  4. Gracias por preocuparos. Prometo tener más cuidado a partir de ahora.

    Saludos

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    1. Quintáns: Eres el mejor sin duda nos preocupamos por eso

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