lunes, 1 de diciembre de 2025

¡MR MERCEDES!


 


Señoras, señores… y criaturas que prefieren no revelar su nombre. Hoy, desde este despacho sombrío donde las sombras toman notas sin permiso, hablaremos de una serie que, sin necesidad de fantasmas, consigue que uno mire dos veces por la ventana: Mr. Mercedes, disponible en Netflix. Una adaptación de Stephen King que, por una vez, no se disfraza de terror, porque no lo necesita. Aquí el monstruo no viene del más allá. El monstruo está registrado en el censo.

Mr. Mercedes nos lanza de golpe a un crimen tan absurdo como devastador: un asesino anónimo irrumpe con un Mercedes y arrasa una cola de parados. Un gesto tan frío que, más que un acto, parece un diagnóstico de la sociedad. Años después, el caso sigue abierto en la mente de Bill Hodges, inspector jubilado, alcohólico en potencia y santo patrón de los hombres que no saben soltar.

Este Hodges tiene un rostro: el del irlandés Brendan Gleeson, un gigante interpretativo que podría leerse la guía telefónica y aun así transmitir tragedia. Aquí, su desgana es una forma de resistencia, su enojo un método para seguir vivo. Gleeson no interpreta: desgasta la pantalla como si arrastrara un alma que pesa demasiado.

En el lado oscuro del tablero está Brady Hartsfield, interpretado por Harry Treadaway, que borda a un villano silencioso, casi educado, que odia al mundo con la dedicación de un artesano. Nada de máscaras ni risas histéricas: el terror está en su normalidad, en lo bien que podría colarse en cualquier barrio sin que nadie sospechara que dentro lleva un huracán ácido dispuesto a estallar.

Pero si hablamos de brillo, de inteligencia, de luz rara entre tanta sombra, aparece ella: Justine Lupe, radiante, frágil, temblorosa, pero más incisiva que todos los policías del condado juntos. Su Holly Gibney no es un personaje, es una herida que aprende a hablar. Una joya en una serie que ya venía cargada de diamantes oscuros.

A su alrededor giran también Holland Taylor, que convierte el sarcasmo en un arma blanca; y Mary-Louise Parker, magnética, estimulante, imprevisible, como un relámpago que no necesita tormenta.

La dirección corre en gran parte a cargo de Jack Bender, veterano de Lost y Juego de Tronos, que adopta un estilo sobrio, de bisturí. Nada de efectismos: deja que el horror surja de los silencios, de la respiración entrecortada, del modo en que el mal se cuela por las grietas de lo cotidiano. Y todo ello con los guiones del infalible David E. Kelley, que adapta la novela de King con respeto, sí, pero también con inteligencia y ritmo propio.

Respecto a las diferencias con el libro, no te preocupes: no hay destripes. Solo diré que la serie ahonda más en algunas relaciones, pule el viaje emocional del villano y reorganiza ciertos momentos para que el duelo entre Hodges y Hartsfield sea un combate más íntimo y venenoso.
Es Stephen King sin los espectros… y sin necesitarlos.

Mr. Mercedes es una obra que late, que respira, que incomoda. Un thriller psicológico que recuerda que el mal, a veces, tiene cara de vecino. Y que los héroes pueden ser hombres cansados, gordos, tristes… pero con un último deber que cumplir.

Si la ves de noche, cierra la puerta. No porque vaya a entrar un fantasma, sino por si acaso el Mercedes vuelve a arrancar.

Sergio Calle Llorens

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