martes, 2 de septiembre de 2025

¡AGOSTO EN EL MEDITERRÁNEO!

 



Agosto me ha curado el alma.
Esos paseos por la orilla de mis playas mediterráneas son la llave que abre todas las puertas del conocimiento. Las noches de luna llena, cuyos rayos de plata iluminan el mar, son el espectáculo más bello del planeta.

Esos cuerpos femeninos, bañados por la sal del mar, merecen miles de poesías enamoradas. Juegos infantiles en la arena. Canciones que se convierten en la banda sonora de mi vida. Amores de verano que cuajan al albor del silencio. Encuentros con viejos amigos. Brindis por lo que fuimos y por lo que dejaremos atrás. Incluso a mi atalaya llegan ecos de nuestra generación —la mía, la nuestra— que nunca pidió permiso para entrar a un castillo. Simplemente lo asaltaba, sin mirar atrás. Sin pensar en las consecuencias.

Presente y pasado se dan la mano en unas vacaciones en las que he recuperado la salud y, hasta, la ilusión. Antes escribía todo lo que pensaba. Ahora pienso antes de escribir nada, porque ya no vivimos en democracia. El progresismo asesinó la crítica, y la justicia es un coche negro que lleva a Solón y a Pericles al camposanto para su eterno descanso. Mi pluma no lo escribe con tristeza, sino con la esperanza de que, al fin, el mensaje sea entendido. Pero no hay peor ciego que quien no quiere ver. Y, hablando de ciegos, hay personas cuya vista no alcanza a disfrutar de la hermosura de esta mágica estación.

Me gustan sus silencios. Me encanta el arrullo del mar en los atardeceres cárdenos de mi patria salada. Me eleva el aroma del jazmín mezclado con la brisa nocturna, pero me entristece pensar en el tiempo en que no podré disfrutar de estas acuarelas marinas. Y, sin embargo, mi alma se llena de gratitud por haber gozado de un mes alejado de la rutina.

Agosto me ha hablado directamente al corazón para decirme: el verano vivirá en mí hasta mi último invierno. Yo no puedo, ni me atrevo, a pedir más.

Sergio Calle Llorens

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