Cuenta la
leyenda que, cada vez que alguien pronuncia la palabra "ultraderecha",
un lindo gatito muere en algún rincón de la galaxia.
Sin embargo, lo que no es leyenda sino un hecho constatable es que ni la
primera, ni la segunda, ni la tercera generación de inmigrantes musulmanes se
ha integrado en Europa. Lo de Torre Pacheco es otra prueba —una
más— de lo que viene ocurriendo en el viejo continente.
Ya lo dijo Hassan
II de Marruecos en una entrevista a la televisión gala cuando hablaba de
sus compatriotas.
Y con esto, queridos niños, no estoy defendiendo a los individuos unineuronales
que llaman a la caza del inmigrante. Sencillamente, estoy presentando hechos
irrebatibles.
Y hablando
de hechos, aquí tienen algunas joyitas del realismo mágico ibérico: si eres
español y tienes el DNI caducado, no puedes viajar; pero si llegas en patera,
no necesitas ni documentación, y te espera un hotel con pensión completa,
transporte VIP y sin necesidad de cita previa en Extranjería.
El
buenismo mata.
La diversidad, según algunos, consiste en mirar hacia otro lado cuando
inmigrantes violan a una niña, o cuando un marroquí con orden de expulsión
quema a una chica en Canarias.
El progresismo es agachar la cabeza cuando un egipcio secuestra a su propia
hija de cuatro años y se la lleva a su país para prometerla en matrimonio con
otro musulmán, mientras la madre española sufre palizas de su familia política
aquí mismo, sin que ni una sola feminista abra la boca para defenderla.
Es
comprensible, por tanto, la reacción jupiterina de muchos europeos hartos de
esta situación de impunidad. Subes al metro: una pelea con inmigrantes.
Bajas del metro: acoso sexual a una chica con poca ropa. Hasta que ya no
podemos más, y nuestra reacción se vuelve virulenta y proporcional a la
amenaza, porque nos educaron para defender a las mujeres, para no permitir que
las maltrataran, y para ceder el asiento a los mayores.
Que se
preparen, porque esto no ha hecho más que empezar.
Nuestra
casa, nuestras reglas.
No es racismo: es sentido común. Ese que, como todos saben, es el menos común
de los sentidos.
Las
feministas y los periodistas que no quieren ver la realidad me recuerdan a esas
mujeres cuyos maridos adoran jugar a los médicos... y por eso las tienen seis
meses en lista de espera.
Y sin sexo, la mente se nubla.
Sergio Calle
Llorens
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